HABLEMOS DE...LOS TAXIS

Lo primero que tengo que dejar claro es que yo soy pro-taxis. 

Aunque hablen de más muchas veces y el sentimiento de timo sea inevitable en ciudades como Madrid, se compensa con los que te ponen musicote cuando lo coges con varias amigas, con los que son simpáticos y están limpios y, sobre todo, con los disgustos que te ahorran.

No sé cómo será la luz que ves cuando sientes la llamada del Señor, pero a mí esa luz verde me parece la mismísima virgen reencarnada (aunque las otras treinta veces que creíste verla, era un semáforo) en las noches de querer cortarse pies y soñar con teletrasnportarse a la cama.

Antes de descubrir los placeres de andar a consecuencia de la desgraciada pérdida de mi moto Jacinta, era taxi para todo. Un día confesé a Blanca entre cañas que por vergüenza llegué a simular alguna cojera antes y después de cogerlo porque llegaba tarde y el trayecto era muy corto. Desde entonces no ha vuelto a verme con los mismos ojos. 

Pero no es mi culpa. Es genético. Tengo un padre que no conduce. 

El señor de gafas oscuras es el máximo abanderado del anticarnetismo, lo cual consiguió que, ante los bufidos de mi madre porque no lo teníamos y ya pasábamos la veintena, desde el sofá de tres plazas siempre se escuchase un "Se puede vivir sin conducir, mírame a mí".

Claro que luego había que oír a la señora que calceta 

No te fastidia, teniendo otro coche en casa también yo! claro, tú es que eres cojonudo machiño...

Cuando me conociste ya estaba sin carnet!, yo no te engañé! 

Parece que a estas alturas de sus vidas lo único que puede separar a mis padres es esta lucha que llevo escuchando desde que tengo uso de razón. Aunque dada la reciente adquisición del permiso de conducción por el último bastión que le quedaba a mi padre en su lado (yo) parece que la García Senra ha ganado la batalla (como siempre, para qué vamos a engañarnos).

Pero lo cierto es que es cojonudo. El otro día sin ir más lejos, un señor le preguntó "Pero cómo?? que no tienes coche??" y otro contestó "Este? Este es un monstruo, no tiene ni carnet!". 

Ante la atónita mirada del primero, el señor de gafas oscuras se vio en la obligación de contar su vida al margen de la ley de circulación (cosa que no le puede gustar más). 

"Porque vamos a ver, de qué me sirve a mí un coche? Eh? El coche es para tarados, hombre!! Yo cojo taxis y soy mucho más feliz. Me recogen en la puerta y me dejan en la puerta. Nada de buscar aparcamiento. Jamás hubo una discusión en mi casa con mi mujer por quién iba a recoger a los niños a un cumpleaños o llevarlos al entrenamiento..."

(Bufido de la señora que calceta)

El señor que seguía sin dar crédito siguió su interrogatorio a este espécimen fantástico de la naturaleza. "Y no llegaste a sacártelo nunca??

"Cuando cumplí 18, mi padre casi me obligó a sacármelo. Esto a mí ya me cabreó bastante porque no lo veía necesario pero aprobé el teórico aquel...era tipo test? ya ni me acuerdo. Cuando llegó el momento de montarme en el coche, un 600 beige, salí en cuesta bien, sin problemas pero al llegar a la rotonda de la Plaza de España se me caló. Y entonces me vi en un momento rodeado de varios seres transformados en bestias, pitando y gritándome con medio cuerpo fuera de la ventanilla. Pensé que eso no era para mí así que me bajé del coche y hasta hoy"

Este dato no está confirmado pero el señor de gafas oscuras da su palabra de honor (y de esto aún conserva bastante, no como el pelo) que el señor este se levantó y le aplaudió.

"Y el tiempo me da la razón Piraña. Tu madre, que es una señora encantadora, se transforma en el coche!! Grita, protesta...mata a viejos!!"

(Berrido de la señora que calceta)

Así que el señor de gafas oscuras va por la vida en taxi y nos inculcó las bondades de este medio de transporte desde pequeños. Pero si hablo de taxis y del jefe, aún a riesgo de estarme extendiendo demasiado, me van a permitir que dedique un recuerdo a Don Enrique Riveiro.

Que quién era Riveiro? Un taxista. Bueno no uno, El taxista que acompañó a mi padre durante veintitantos años. Y la suya, es una historia para contar.

Empezó de forma trágica pues fue quien llevó al señor de gafas oscuras al hospital en el momento en que mi abuelo Florencio entraba en Urgencias para no salir jamás. Y se le olvidó pagar. A los pocos días apareció en el despacho preguntándole por sus suegro y negándose a aceptar el dinero que mi padre recordó que le debía ya que visto el resultado, "Fue una mala carrera"

Desde entonces el jefe podía tener un taxi delante de la puerta que llamaba a Riveiro. Que el avión se retrasaba en Bilbao? "Enrique, ven a buscarme". Que la bis se había quedado en Zaragoza "No te preocupes, ya lo solucioné" "Pero cómo va a atravesar España mi abuela en taxi, si tiene 90 años??" "Pues que le traiga la maleta" El número de su móvil se aprendía como el Padrenuestro por unos adolescentes hermanos y primos "Porque si un día os despertáis en Cuenca, no quiero que me llaméis a mí, llamáis a Riveiro"

Era un tipo entrañable, con un corazón que no le cabía en el pecho y conocido por toda persona de la carretera. Sabía dónde parar a por el mejor queso, a por el mejor chorizo y dónde tomarse la última un martes cualquiera. Tenía una radio por la que todo se contaba y todo se encontraba y era experto en interpretar la cara de perro de mi padre después de un mal día así que "Navegación en silencio no?" "Correcto

Que había juicio en Marín? "Bájame a la niña que la paseo y le compro un helado" y ahí me iba yo encantada con Enrique. Que hay que ir a buscar nosequé y mi madre no podía? Iba Riveiro. Que se compraba un taxi nuevo? Iba a probarlo con el señor de gafas oscuras.

Casualidades de la vida, el jefe y Enrique cumplían el mismo día así que cada 18 de julio le aparecía con pasteles y champán en el trabajo y cada 31 de diciembre se tomaban una copa los dos. Juntos vivieron aventuras y desventuras por España adelante durante todos los años que duró su contrato. Hasta que se fue. Y aunque no se podía fumar en el coche, de vez en cuando le quitaba el cartel para que el jefe echase un cigarro. Y aunque vivieron buenos y malos momentos, Enrique siempre, siempre tenía una sonrisa en la cara al recibirle. Y aunque hace unos años que ya no está, aún nos acordamos todos de él, porque era un personaje. Ambos lo son. Y aunque el jefe es poco dado a las fotos y a los recuerdos, en el despacho tiene una donde está Enrique con su taxi.

Porque aunque yo iba a hablarles de un taxista, en realidad les acabo hablando de una amistad.

 

 

 

POR QUÉ HAY QUE HACER LIMPIEZAS

Ordenar el cuarto es el principio de todo. Desde siempre. Desde que tu madre no te dejaba salir a no ser que todos esos juguetes volviesen a su sitio o cuando te encontrabas un cartón de pizza debajo de la cama y hace ya varios días que el monstruo de la ropa va de la silla a la cama y de la cama a la silla en el colegio mayor. Es hora de ordenar.

Cuando vuelves a casa de papá y mamá después de un tiempo fuera y tienes que, de alguna forma, hacer convivir las cosas que allí habitan, supervivientes a anteriores purgas, con todas las que traes en la mochila (quien dice mochila, dice maletas y bolsas varias), tienes un problema. Y qué solemos hacer con los problemas? Evitarlos. Se esconde todo como se puede hasta nueva orden (de madre) o hasta que un día no encuentras la maldita carpeta que pone Cosas importantes de la vida. Llegados a este punto debes enfrentarte a una realidad: no llega con ordenar, hay que hacer limpieza

La situación es crítica. Entre cuatro paredes, tú, una bolsa de basura negra y tus cientos de cosas. Venga hombre, no exageres. Al fin y al cabo son eso, cosas, no será difícil deshacerte de ellas.

JA!

Hay dos tipos de personas, las de guardar y las de tirar. Yo soy definitivamente de las primeras. Cojo todo papelucho que me hace gracia, me parece bonito o me recuerda a algo, alguien o alguna situación. Así que si el 80% del cuerpo humano es agua, ese mismo porcentaje en mi cuarto es celulosa.

La potencia sin control no tiene sentido y el guardar sin saber dónde tampoco. La información por sí sola no es poder. La información ordenada y clasificada sí. De ahí que las madres sean tan poderosas, porque saben dónde están las cosas.

Para eso están las cajas. Las cajas son la base de todo. Mi amiga Cova es muy muy fan de ellas y le dedico un recuerdo cada vez que las veo bonitas.
Porque pueden guardar simples aparatos y cables electrónicos pero ahí está también la Game Boy con el Tetris aún esperando a que vuelvas a engancharte y batas tu récord de 222 líneas (era un número tan redondo, tan capicúa y tan par que tuve que retirarme después de conseguirlo). En la siguiente encuentras las fotos del colegio y ese lazo con 3 años, ese aparato con 9 y esos terribles 14. Los apuntes de clase que consiguieron que a día de hoy te acuerdes que "Un pronome átono nunca pode encabezar unha oración" y de Los Reyes Católicos pero no tanto de los afluentes de Douro ni de todas las capitales de África...

Haciendo limpieza te llevas sorpresas agradables. Como encontrarte tu año entero de Erasmus en forma de libreta-collage. Con todos los sitios en los que estuviste, los trabajos de clase y hasta el número que llevabas en la primera regata en Cambridge. Pues parece que no estuvo nada mal el año aquel en la isla esa. Nueva York por aquí también y va a resultar que esas tardes de corta y pega son de agradecer. Así que te prometes hacer lo mismo con esa caja, "la" caja. Esa en la que guardas todo aquello que te observó desde las paredes tus cuartos desde que hace 9 años te fuiste de esta habitación a la que hoy vuelves. Cosas que tienen algo más que restos de blue tack en la espalda. Están los dibujos, recortes, entradas, fotografías, postales, posavasos, tíquets, etiquetas, recuerdos de viajes y frases que te vieron cada día durante tantos años. Cosas que son momentos y personas.
Al abrirla no puedes evitar recordar a tu amiga Ceci en ese posavasos de Hamburgo, a esas teenagers que fuisteis en cada entrada de Vánitas, Dúplex o El manco (mi madriña!), todos los lugares en los que estuviste en cada postal, postales molonas que habías olvidado, postales antiguas y otras que te recuerdan tu lado más obvio como ese bebé de Anne Gueddes, los primeros años Madrid en ese trozo de muro de Malasaña que una noche se derrumbó a vuestro lado o en esa tipiquísima foto de pies en el Km 0 con, al loro, pantalones de campana.

Las personas que guardamos somos nostálgicas por naturaleza. Hay una escena bastante antológica de Mad men donde dicen que Nostalgia viene del griego y significa "dolor de una vieja herida". Puede que esos trozos de papel no ayuden a cerrar esas heridas, más bien al contrario. Puede que alguien vea cierto grado de masoquismo en esto. Pero lo cierto es que ese pequeño dolor, esa punzada que es casi como una descarga eléctrica y provoca una sonrisa al tiempo que te pone un nudo en la garganta, me hace sentir más viva. Y así ocurre cuando abro mis cajas de papeles o cuando revisito la carpeta de notas y cartas de las adolescentes perdidas que fuimos. Sonrisas y lágrimas sería una buena síntesis de esa película. Pero en general lo es de cualquier historia que merezca la pena ser vista, contada o vivida.

Así que todo guardado, ordenado y clasificado. En cajas. Lo único que hay que decidir ahora es dónde quieres colocarlas. Cuáles dejas cerca y cuáles colocas en el fondo del armario...sabiendo que estarán ahí cuando las necesites.

No es que yo quiera hacer apología del síndrome de Diógenes. Claro que hay cosas que hay que tirar. Pero lo cierto es que aunque me proponga hacer limpieza me resulta imposible mandar a la bolsa negra cosas que me recuerdan lo que viví, quién fui y, por lo tanto, quien soy. Los recuerdos no dejan de ser referencias, como si de un mapa se tratase. Te ayudan a ubicarte como esas pegatinas de "usted está aquí"

Pero para conseguir orientarse primero hay que ordenar. Porque cuando uno se encuentra en medio de la nada, bueno, en medio del todo en este caso, hay que empezar por algún sitio. Ordenar el cuarto es el principio. De qué exactamente? El principio del fin del despiste. Es volver a estar preparado para lo siguiente. Porque vuelves a saber dónde están las cosas...y dónde estás tú.

Y esto, que iba a ser una entrada sobre limpiezas de cuartos, ha acabado por convertirse en una de orden en la vida. Y tiene gracia porque al escribirla ha habido de todo menos orden y he tenido que revisar, cortar y "tirar" párrafos como si de mis cosas se tratase. Así que tal vez debería haberse titulado "Por qué hay que ordenar?" y la respuesta sería "para continuar".

Tan simple como eso. Ordem e progresso.

 

PARA QUÉ SIRVE UN HERMANO

Hace un tiempo se extendió como la pólvora en mi muro de Facebook un artículo que se llamaba "Para qué sirve una hermana" y en él se relataba lo que su propio nombre indica. Era bonito y reconozco que sentí cierta envidia imaginándome a todas las hermanas que se lo estaban posteando porque yo no sé lo que es tener una. Lo más parecido que tengo son mis primas, y menudas primas! pero lo que yo tengo son hermanOs. Así que, con permiso de la autora del artículo original, yo aquí voy a contar para qué sirven estos tipos.

Un hermano sirve para hacerte rabiar. Principalmente esa es su labor en este mundo. Por qué? Porque pueden. Porque se aburren y porque les hace extrema gracia ver cómo te atascas cuando intentas contestarles.

Un hermano sirve para decirte que esa falda es muy corta, para decirlo delante de tu padre si es posible. Sirve para cogerte por banda y decirte que ese chico no le gusta nada o qué narices hacías el otro día en tal sitio que te vio su amigo Nosequién. Son los primeros a los que mandas a la mierda y los primeros que te dirán "Tienes la regla o qué?"

Sirve para contarte su último ligue y para no reconocerlo al babear con su primer gran amor. Para verle destrozado cuando le rompen el corazón y que, por extensión, tú lo tengas también marchito. Sirve para decirte que te andes con mucho ojo que él a tu edad hacía unas guarradas tremendas y contestarte "Yo me lié con tías muy inteligentes" cuando tú le rebates con un "Pero si a los tíos como tú se os ve venir!"

Sirve para animarte. Para tumbarse contigo en la cama y decirte que todo va a ir bien, que eso ya le pasó a él y que te vas a reír. Para decirte que eres la mejor cuando lo necesitas. Y para decirte que eres imbécil cuando te lo mereces.

Sirven para aliarte con ellos en un frente común: vacilar a vuestros padres. Para librarte de alguna bronca. Pero también para que se ganen alguna cuando el chivarse es la única alternativa que te queda porque eres pequeña. Son la excusa perfecta al principio "pero si estuve toda la noche con los niños!" pero dejan de resultar efectivos "Me da igual, los niños son los peores, te vuelves antes a casa!"

Sirven para decirte que no pintas nada y hundirte o para darte la alternativa al mundo de los mayores con un "Quieres una copa?" y que te creas guay. Luego se arrepentirán de esto porque si para algo sirven los hermanos mayores es para invitarte a copas. A cuántas? A todas.

Sirven para dejarte dinero y para dejar la despensa sin existencias el domingo. Para discutir. Para amenazar de muerte a todo amigo que acerque a ti. Para decirte que eres una mimada. Para mandarte callar. Para decirte "Carmen…shhh relax!" y consigan de todo menos relajarte. Sirven para echarlos de menos infinito y para querer que se vayan a los dos minutos.

Un hermano sirve para desahogarte. No hay límites, di lo que quieras, sabes que ese enfado no va a durar. Sirve para odiarlo irracionalmente en la infancia, para que te torture cuando eres pequeña y siga dándote unas leches hoy día que sorprenden a propios y extraños y que son la causa de que no midas la fuerza cuando pegas queriendo ser cariñosa. Sirve para que te proyecte los eructos y diga que es su forma de prepararte para lo dura que es la vida. Supongo que también sirven para que no seas la más femenina del mundo.

También sirve para dejarte dormir con él cuando tenías pesadillas de pequeña, para, al verte tumbada en el pasillo, decirte "No-te-mue-ras, no-te-mue-ras", para cuidarte cuando se iban nuestros padres y acabar peleándose en unos niveles de macarrismo que te hacían llorar y creer que de ahí uno no salía vivo. Para quitarte el mando a distancia y utilizarte a ti como tal cuando no hay. Sirven para que seas su hermana favorita (y única), para que te vacilen mucho, pero mucho delante de toda la familia y luego sus amigos te digan que siempre hablan bien de ti.

Un hermano sirve para darte consejos. De trabajo, de vida y de ese género que es el suyo y que a veces te cuesta entender. Porque no es tu amiga y aunque intenta ser tu amigo no puede evitar hablarte como hermano tuyo que es. Y los "A quién hay que matar?" alternan con "Bueno, ahí no tienes razón" y con muchos "pasa de papá que no tiene ni idea"

Un hermano sirve para decirte de repente "Estás muy guapa!" y que te lo creas.

Sirve para que un día ellos te pidan consejo a ti. Para que escojan bien a las cuñadas y seas tú el mayor filtro. Para que un día te hablen de tú a tú y al siguiente como si aún tuvieses 12 años. Para sacarte de quicio. Para hacerte inmune a las burradas porque las que ellos dicen son siempre peores. Para conseguir hacerte reír cuando estás de morros a base de vaciles y de "pero mira, mira…si te estás riendo ya!! no disimules!" Para dejarte en paz cuando deben y sorprenderte con llamadas simplemente para preguntarte qué tal estás y si te hace falta algo.

Un hermano sirve para tomarte una copa con ellos y acabar llorando (porque si la exaltación alcohólica de la amistad es terrible, no les quiero contar la fraternal) O para acabar discutiendo. O para empezar discutiendo y acabar llorando. Sirve para hablar de cosas importantes y también para picarse mucho jugando a triviados. Un hermano sirve para sentirte querida. Para tener la seguridad de que hagas lo que hagas siempre van a estar ahí para protegerte, para gritarte si hace falta y para darte un abrazo de oso al final.

Un hermano sirve para escribirles para qué sirven, hacerles la pelota y así saldar mi cuenta de copas y conseguir mejores regalos.

Aunque lo cierto es que el mejor regalo son ellos (casi siempre)

Os pongo de pequeños porque erais mucho más monos.

Os pongo de pequeños porque erais mucho más monos.

HABLEMOS DE…LAS BALDOSAS DE LA CALLE

Esto de caminar tiene muchas cosas positivas. Que sí, que ya lo he dicho muchas veces pero hasta que no tenga la L en mi poder es lo que me toca y vistos los gritos de Milucho de hoy "Esta no es forma de llegar a un cruce!!" "Carmiña si no ves, pon la primera hombre!!" "Pero está lloviendo ahora acaso??" seguiré en el coche de San Fernando un tiempito. Pero además ya lo decía Machado,

Caminante no hay camino, se hace el camino al andar,

así que en esto estamos, en hacer el camino. Sin adelantarnos a los acontecimientos pero adelantando a todo peatón viviente porque la gente camina muy lento. Y lo cierto es que la calle tiene sus cosas. Hay gente en la que te fijas y de repente se ríe sola. Y es un momentazo porque piensas de qué se habrá acordado para reír por la calle, así, casi sin querer? Hay cachitos de conversaciones que te van a hacer sonreír, otras levantar las cejas y otras decir "Sí, te entiendo, pero tu amiga tiene razón". Aunque esto últimamente no me pasa porque voy con banda sonora propia en modo aislamiento ya que la vida con música se parece más a una película. Y yo de peliculera tengo bastante.

Pero la cuestión es que camino y muchas veces lo hago mirando al suelo. No es que esté triste, simplemente bajo la mirada y ahí están…mis queridas baldosas. Quién, a ver quién no ha jugado a no pisar la raya? Y lo complicado que se pone cuando son las piedras irregulares de un casco viejo? o el darse por vencida al entrar en una calle adoquinada? Da igual que debajo esté la playa, con los adoquines no hay forma. Hoy día aún no he conseguido desengancharme del todo de este juego infantil e inocente. O tal vez no tanto. Que se lo pregunten al parvo de mi hermano Manuel cuando se jugaba la vida porque venía el autobús y él, en su recorrido imaginario hacia el colegio, tenía que ir pisando la línea amarilla…

Mirar hacia el suelo tiene sus peligros, como el chocarte con farolas (dato completamente hipotético…o hipatético más bien) y a veces te encuentras con cosas desagradables. No hablo de los productos derivados del mejor amigo del hombre, que también..sino de esto.

Valórese la búsqueda en Google Maps.

Qué ven aquí? Yo veo el símbolo de la dejadez humana.

Por qué? En serio por qué la persona que depositó esa baldosa lo hizo mal? Es porque no se dio cuenta de que seguía un dibujo? Imposible.

Vamos a ver, señores, no es que yo esté muy de acuerdo con las decoraciones urbanas, es más, en su mayoría me parecen bastante terribles, sobre todo en Navidad, pero en la ciudad olívica allá por los... no sé 70? alguien decidió que las baldosas de nuestras calles tendrían surcos (por la lluvia, bien, aplauso) serían blancas y rosas (en honor a nuestra bandera? no sé, puede) y cada 5 metros, para entretener al transeúnte, se pondría esta especie de dibujo geométrico. Pues vale. Pero aún iría más lejos! el mismo rotaría 45º en el sentido de las agujas del reloj. Bien. Es complicar la vida a los operarios que tienen que colocarlas…pero vale.

Hay que valorar estas cosas. Aquí hay un trabajo. Estoy segura de que alguien se preocupó. Alguien pensó. Alguien diseñó. Mejor o peor, ahí no entro pero aquí hay un trabajo. "

Qué es tu padre?

" "

Es diseñador de baldosas de calle

" Pues muy bien por él!!

Pero un día, un día aciago para este señor, un desalmado llegó y cuando hubo que reemplazar una de las baldosas de su creación lo hizo MAL.

No sé. Hay cosas que nunca entenderé de la humanidad pero vivo con ello. Como que a veces ni tres personas consigan dar con el principio del celo, que mi madre siempre encuentre las cosas (no, no me vengan con que es "porque busca bien" porque hay cosas que no estaban, no-es-ta-ban y de repente están) o que la gente siga empeñada en utilizar la Comic Sans.

Pero esto…esto se escapa a toda razón. No estoy hablando de que por necesidad rellenen con una baldosa blanca porque no tienen la pieza correcta sino de que la tengan…Y LA PONGAN MAL!

Dolor es lo que siento. El ser humano es extraordinario. Para lo bueno y para lo malo.

Pero la vida sigue. Mañana volveré a pisar ese dibujo maltrecho, Milucho volverá a gritarme por soltar el embrague demasiado rápido y el cielo seguirá abriéndose sobre Vigo cual castigo divino.

Y, aunque esto es una teoría personal, creo que la culpa la tiene el tipo que puso la baldosa mal.

SER (O NO SER) IMPERMEABLE

Andando por la calle con los cascos que me trajo papá (que no Noël), disfrutando de las mañanas viguesas invernales que tanto tiempo llevaba sin ver y camino de hacer recados que parecen multiplicarse pero en realidad es que me estoy tomando las cosas con calma suprema y supina, de pronto me topo con una estampa que me encanta. La "paradinha" de la niña que iba colgada de la mano de su padre en un charco. El placer de ver que sus botas no dejan pasar el agua. Ser impermeable es un superpoder.

O no.

A mí me gustan mucho las katiuscas, desde siempre me parecieron muy molonas, protectoras y que daban un andar de superhéroe aunque te dejasen los pies fríos (y ya sabemos que así no se piensa bien).

Hasta que remé (pero otra vez con el remo Carmen? hasta cuándo te va a durar eso de que hiciste deporte UNA vez en tu vida? Pues hasta que vuelva a hacerlo)

Cuando me convertí en remera, muchas veces no conseguíamos atracar el barco, así que yo perdía la paciencia y saltaba del susodicho antes de tiempo con lo cual ni katiuscas ni leches, el agua entraba primero como un hilito y luego a borbotones mojándome las extremidades inferiores. Todos decían un "zenkiu Cormen" así que supongo que valía la pena empaparse pero yo perdía mi superpoder. El agua que se cuela por donde no debe es muy molesta, que se lo pregunten a cualquiera que al ir a colocar el plato recién fregado para secar, nota un escalofrío por esa maldita gota que se cuela hasta el codo mojándote el jersey.

La gente impermeable tiene un don. El don de que le resbalen las cosas. Es más fuerte y resistente, así que lo muy malo no le afecta. El agua les toca pero no les "toca". Claro que esto tiene sus desventajas. Lo muy bueno tampoco les penetra. No digo que haya que ser una esponja (excepto en lo que al saber se refiere, queridos niños y niñas, en el saber hay que ser como una esponja) pero supongo que hay que dejar un grado de traspaso suficiente para no declararse intocable.

Las palabras que empiezan con im- o in- son peligrosas y bastante aburridas. Yo creo que no soy in- o im- nada. Ni implacable, ni impasible, imposible, increíble o, espero, imbécil.

Nada de eso. Soy batible, perturbable, como casi toda la sociedad corruptible en un grado u otro y, espero, creíble cuando intente explicar las razones de ello. Y son las mismas razones de que en algún momento me hayan vencido: no soy impermeable.

Considero que ser impermeable no es bueno pero se es mucho más feliz cuando las cosas te resbalan. Siento una profunda admiración por la gente que hace de su vida una presa. Yo viviría con el miedo continuo a que una mínima brecha haga que todo se desmorone. Así que opto por ir mojándome poco a poco…aunque nunca haya respetado las 2 horas de digestión.

Pero qué le voy a hacer, me encanta el agua. Me encanta mojarme. Y poder secarme después. Me encanta bucear que es lo más cerca que voy estar de volar. Y aunque soy asmática y alérgica y en realidad me va fatal, mi clima natural es húmedo y lluvioso. De ese que te cala hasta los huesos. Y aunque me aliso el pelo, tiende a rebelarse y a rizarse. Y aunque esto me ponía enferma a los 16 años, ahora, me resbala. Así que puede que con el tiempo, con cada chaparrón, nos hagamos un poco más impermeables. Pero a mí, por si acaso, siempre me van a hacer falta unas katiuscas y un paraguas de esos que amo y odio a partes iguales.

"E se chove, que chova" rezaba un anuncio un tanto ñoño de una conocida marca de supermercados gallegos que a los expatriados nos tocó un poco la fibra (de Gadis, dilo coñe, que a ti no te pagan un duro por publicidad)

Y aunque hayan sido unas Navidades de merda, con Ciclogénesis explosiva (que no es una ciclogénesis cualquiera, oiga) ahora mismo me voy a la peluquería.

E se chove, que chova

, porque

Tiene que llover, tiene que llover…

Yo me voy a seguir mojando.