HABLEMOS DE...LOS TAXIS

Lo primero que tengo que dejar claro es que yo soy pro-taxis. 

Aunque hablen de más muchas veces y el sentimiento de timo sea inevitable en ciudades como Madrid, se compensa con los que te ponen musicote cuando lo coges con varias amigas, con los que son simpáticos y están limpios y, sobre todo, con los disgustos que te ahorran.

No sé cómo será la luz que ves cuando sientes la llamada del Señor, pero a mí esa luz verde me parece la mismísima virgen reencarnada (aunque las otras treinta veces que creíste verla, era un semáforo) en las noches de querer cortarse pies y soñar con teletrasnportarse a la cama.

Antes de descubrir los placeres de andar a consecuencia de la desgraciada pérdida de mi moto Jacinta, era taxi para todo. Un día confesé a Blanca entre cañas que por vergüenza llegué a simular alguna cojera antes y después de cogerlo porque llegaba tarde y el trayecto era muy corto. Desde entonces no ha vuelto a verme con los mismos ojos. 

Pero no es mi culpa. Es genético. Tengo un padre que no conduce. 

El señor de gafas oscuras es el máximo abanderado del anticarnetismo, lo cual consiguió que, ante los bufidos de mi madre porque no lo teníamos y ya pasábamos la veintena, desde el sofá de tres plazas siempre se escuchase un "Se puede vivir sin conducir, mírame a mí".

Claro que luego había que oír a la señora que calceta 

No te fastidia, teniendo otro coche en casa también yo! claro, tú es que eres cojonudo machiño...

Cuando me conociste ya estaba sin carnet!, yo no te engañé! 

Parece que a estas alturas de sus vidas lo único que puede separar a mis padres es esta lucha que llevo escuchando desde que tengo uso de razón. Aunque dada la reciente adquisición del permiso de conducción por el último bastión que le quedaba a mi padre en su lado (yo) parece que la García Senra ha ganado la batalla (como siempre, para qué vamos a engañarnos).

Pero lo cierto es que es cojonudo. El otro día sin ir más lejos, un señor le preguntó "Pero cómo?? que no tienes coche??" y otro contestó "Este? Este es un monstruo, no tiene ni carnet!". 

Ante la atónita mirada del primero, el señor de gafas oscuras se vio en la obligación de contar su vida al margen de la ley de circulación (cosa que no le puede gustar más). 

"Porque vamos a ver, de qué me sirve a mí un coche? Eh? El coche es para tarados, hombre!! Yo cojo taxis y soy mucho más feliz. Me recogen en la puerta y me dejan en la puerta. Nada de buscar aparcamiento. Jamás hubo una discusión en mi casa con mi mujer por quién iba a recoger a los niños a un cumpleaños o llevarlos al entrenamiento..."

(Bufido de la señora que calceta)

El señor que seguía sin dar crédito siguió su interrogatorio a este espécimen fantástico de la naturaleza. "Y no llegaste a sacártelo nunca??

"Cuando cumplí 18, mi padre casi me obligó a sacármelo. Esto a mí ya me cabreó bastante porque no lo veía necesario pero aprobé el teórico aquel...era tipo test? ya ni me acuerdo. Cuando llegó el momento de montarme en el coche, un 600 beige, salí en cuesta bien, sin problemas pero al llegar a la rotonda de la Plaza de España se me caló. Y entonces me vi en un momento rodeado de varios seres transformados en bestias, pitando y gritándome con medio cuerpo fuera de la ventanilla. Pensé que eso no era para mí así que me bajé del coche y hasta hoy"

Este dato no está confirmado pero el señor de gafas oscuras da su palabra de honor (y de esto aún conserva bastante, no como el pelo) que el señor este se levantó y le aplaudió.

"Y el tiempo me da la razón Piraña. Tu madre, que es una señora encantadora, se transforma en el coche!! Grita, protesta...mata a viejos!!"

(Berrido de la señora que calceta)

Así que el señor de gafas oscuras va por la vida en taxi y nos inculcó las bondades de este medio de transporte desde pequeños. Pero si hablo de taxis y del jefe, aún a riesgo de estarme extendiendo demasiado, me van a permitir que dedique un recuerdo a Don Enrique Riveiro.

Que quién era Riveiro? Un taxista. Bueno no uno, El taxista que acompañó a mi padre durante veintitantos años. Y la suya, es una historia para contar.

Empezó de forma trágica pues fue quien llevó al señor de gafas oscuras al hospital en el momento en que mi abuelo Florencio entraba en Urgencias para no salir jamás. Y se le olvidó pagar. A los pocos días apareció en el despacho preguntándole por sus suegro y negándose a aceptar el dinero que mi padre recordó que le debía ya que visto el resultado, "Fue una mala carrera"

Desde entonces el jefe podía tener un taxi delante de la puerta que llamaba a Riveiro. Que el avión se retrasaba en Bilbao? "Enrique, ven a buscarme". Que la bis se había quedado en Zaragoza "No te preocupes, ya lo solucioné" "Pero cómo va a atravesar España mi abuela en taxi, si tiene 90 años??" "Pues que le traiga la maleta" El número de su móvil se aprendía como el Padrenuestro por unos adolescentes hermanos y primos "Porque si un día os despertáis en Cuenca, no quiero que me llaméis a mí, llamáis a Riveiro"

Era un tipo entrañable, con un corazón que no le cabía en el pecho y conocido por toda persona de la carretera. Sabía dónde parar a por el mejor queso, a por el mejor chorizo y dónde tomarse la última un martes cualquiera. Tenía una radio por la que todo se contaba y todo se encontraba y era experto en interpretar la cara de perro de mi padre después de un mal día así que "Navegación en silencio no?" "Correcto

Que había juicio en Marín? "Bájame a la niña que la paseo y le compro un helado" y ahí me iba yo encantada con Enrique. Que hay que ir a buscar nosequé y mi madre no podía? Iba Riveiro. Que se compraba un taxi nuevo? Iba a probarlo con el señor de gafas oscuras.

Casualidades de la vida, el jefe y Enrique cumplían el mismo día así que cada 18 de julio le aparecía con pasteles y champán en el trabajo y cada 31 de diciembre se tomaban una copa los dos. Juntos vivieron aventuras y desventuras por España adelante durante todos los años que duró su contrato. Hasta que se fue. Y aunque no se podía fumar en el coche, de vez en cuando le quitaba el cartel para que el jefe echase un cigarro. Y aunque vivieron buenos y malos momentos, Enrique siempre, siempre tenía una sonrisa en la cara al recibirle. Y aunque hace unos años que ya no está, aún nos acordamos todos de él, porque era un personaje. Ambos lo son. Y aunque el jefe es poco dado a las fotos y a los recuerdos, en el despacho tiene una donde está Enrique con su taxi.

Porque aunque yo iba a hablarles de un taxista, en realidad les acabo hablando de una amistad.

 

 

 

PARA QUÉ SIRVE UN HERMANO

Hace un tiempo se extendió como la pólvora en mi muro de Facebook un artículo que se llamaba "Para qué sirve una hermana" y en él se relataba lo que su propio nombre indica. Era bonito y reconozco que sentí cierta envidia imaginándome a todas las hermanas que se lo estaban posteando porque yo no sé lo que es tener una. Lo más parecido que tengo son mis primas, y menudas primas! pero lo que yo tengo son hermanOs. Así que, con permiso de la autora del artículo original, yo aquí voy a contar para qué sirven estos tipos.

Un hermano sirve para hacerte rabiar. Principalmente esa es su labor en este mundo. Por qué? Porque pueden. Porque se aburren y porque les hace extrema gracia ver cómo te atascas cuando intentas contestarles.

Un hermano sirve para decirte que esa falda es muy corta, para decirlo delante de tu padre si es posible. Sirve para cogerte por banda y decirte que ese chico no le gusta nada o qué narices hacías el otro día en tal sitio que te vio su amigo Nosequién. Son los primeros a los que mandas a la mierda y los primeros que te dirán "Tienes la regla o qué?"

Sirve para contarte su último ligue y para no reconocerlo al babear con su primer gran amor. Para verle destrozado cuando le rompen el corazón y que, por extensión, tú lo tengas también marchito. Sirve para decirte que te andes con mucho ojo que él a tu edad hacía unas guarradas tremendas y contestarte "Yo me lié con tías muy inteligentes" cuando tú le rebates con un "Pero si a los tíos como tú se os ve venir!"

Sirve para animarte. Para tumbarse contigo en la cama y decirte que todo va a ir bien, que eso ya le pasó a él y que te vas a reír. Para decirte que eres la mejor cuando lo necesitas. Y para decirte que eres imbécil cuando te lo mereces.

Sirven para aliarte con ellos en un frente común: vacilar a vuestros padres. Para librarte de alguna bronca. Pero también para que se ganen alguna cuando el chivarse es la única alternativa que te queda porque eres pequeña. Son la excusa perfecta al principio "pero si estuve toda la noche con los niños!" pero dejan de resultar efectivos "Me da igual, los niños son los peores, te vuelves antes a casa!"

Sirven para decirte que no pintas nada y hundirte o para darte la alternativa al mundo de los mayores con un "Quieres una copa?" y que te creas guay. Luego se arrepentirán de esto porque si para algo sirven los hermanos mayores es para invitarte a copas. A cuántas? A todas.

Sirven para dejarte dinero y para dejar la despensa sin existencias el domingo. Para discutir. Para amenazar de muerte a todo amigo que acerque a ti. Para decirte que eres una mimada. Para mandarte callar. Para decirte "Carmen…shhh relax!" y consigan de todo menos relajarte. Sirven para echarlos de menos infinito y para querer que se vayan a los dos minutos.

Un hermano sirve para desahogarte. No hay límites, di lo que quieras, sabes que ese enfado no va a durar. Sirve para odiarlo irracionalmente en la infancia, para que te torture cuando eres pequeña y siga dándote unas leches hoy día que sorprenden a propios y extraños y que son la causa de que no midas la fuerza cuando pegas queriendo ser cariñosa. Sirve para que te proyecte los eructos y diga que es su forma de prepararte para lo dura que es la vida. Supongo que también sirven para que no seas la más femenina del mundo.

También sirve para dejarte dormir con él cuando tenías pesadillas de pequeña, para, al verte tumbada en el pasillo, decirte "No-te-mue-ras, no-te-mue-ras", para cuidarte cuando se iban nuestros padres y acabar peleándose en unos niveles de macarrismo que te hacían llorar y creer que de ahí uno no salía vivo. Para quitarte el mando a distancia y utilizarte a ti como tal cuando no hay. Sirven para que seas su hermana favorita (y única), para que te vacilen mucho, pero mucho delante de toda la familia y luego sus amigos te digan que siempre hablan bien de ti.

Un hermano sirve para darte consejos. De trabajo, de vida y de ese género que es el suyo y que a veces te cuesta entender. Porque no es tu amiga y aunque intenta ser tu amigo no puede evitar hablarte como hermano tuyo que es. Y los "A quién hay que matar?" alternan con "Bueno, ahí no tienes razón" y con muchos "pasa de papá que no tiene ni idea"

Un hermano sirve para decirte de repente "Estás muy guapa!" y que te lo creas.

Sirve para que un día ellos te pidan consejo a ti. Para que escojan bien a las cuñadas y seas tú el mayor filtro. Para que un día te hablen de tú a tú y al siguiente como si aún tuvieses 12 años. Para sacarte de quicio. Para hacerte inmune a las burradas porque las que ellos dicen son siempre peores. Para conseguir hacerte reír cuando estás de morros a base de vaciles y de "pero mira, mira…si te estás riendo ya!! no disimules!" Para dejarte en paz cuando deben y sorprenderte con llamadas simplemente para preguntarte qué tal estás y si te hace falta algo.

Un hermano sirve para tomarte una copa con ellos y acabar llorando (porque si la exaltación alcohólica de la amistad es terrible, no les quiero contar la fraternal) O para acabar discutiendo. O para empezar discutiendo y acabar llorando. Sirve para hablar de cosas importantes y también para picarse mucho jugando a triviados. Un hermano sirve para sentirte querida. Para tener la seguridad de que hagas lo que hagas siempre van a estar ahí para protegerte, para gritarte si hace falta y para darte un abrazo de oso al final.

Un hermano sirve para escribirles para qué sirven, hacerles la pelota y así saldar mi cuenta de copas y conseguir mejores regalos.

Aunque lo cierto es que el mejor regalo son ellos (casi siempre)

Os pongo de pequeños porque erais mucho más monos.

Os pongo de pequeños porque erais mucho más monos.

SER (O NO SER) IMPERMEABLE

Andando por la calle con los cascos que me trajo papá (que no Noël), disfrutando de las mañanas viguesas invernales que tanto tiempo llevaba sin ver y camino de hacer recados que parecen multiplicarse pero en realidad es que me estoy tomando las cosas con calma suprema y supina, de pronto me topo con una estampa que me encanta. La "paradinha" de la niña que iba colgada de la mano de su padre en un charco. El placer de ver que sus botas no dejan pasar el agua. Ser impermeable es un superpoder.

O no.

A mí me gustan mucho las katiuscas, desde siempre me parecieron muy molonas, protectoras y que daban un andar de superhéroe aunque te dejasen los pies fríos (y ya sabemos que así no se piensa bien).

Hasta que remé (pero otra vez con el remo Carmen? hasta cuándo te va a durar eso de que hiciste deporte UNA vez en tu vida? Pues hasta que vuelva a hacerlo)

Cuando me convertí en remera, muchas veces no conseguíamos atracar el barco, así que yo perdía la paciencia y saltaba del susodicho antes de tiempo con lo cual ni katiuscas ni leches, el agua entraba primero como un hilito y luego a borbotones mojándome las extremidades inferiores. Todos decían un "zenkiu Cormen" así que supongo que valía la pena empaparse pero yo perdía mi superpoder. El agua que se cuela por donde no debe es muy molesta, que se lo pregunten a cualquiera que al ir a colocar el plato recién fregado para secar, nota un escalofrío por esa maldita gota que se cuela hasta el codo mojándote el jersey.

La gente impermeable tiene un don. El don de que le resbalen las cosas. Es más fuerte y resistente, así que lo muy malo no le afecta. El agua les toca pero no les "toca". Claro que esto tiene sus desventajas. Lo muy bueno tampoco les penetra. No digo que haya que ser una esponja (excepto en lo que al saber se refiere, queridos niños y niñas, en el saber hay que ser como una esponja) pero supongo que hay que dejar un grado de traspaso suficiente para no declararse intocable.

Las palabras que empiezan con im- o in- son peligrosas y bastante aburridas. Yo creo que no soy in- o im- nada. Ni implacable, ni impasible, imposible, increíble o, espero, imbécil.

Nada de eso. Soy batible, perturbable, como casi toda la sociedad corruptible en un grado u otro y, espero, creíble cuando intente explicar las razones de ello. Y son las mismas razones de que en algún momento me hayan vencido: no soy impermeable.

Considero que ser impermeable no es bueno pero se es mucho más feliz cuando las cosas te resbalan. Siento una profunda admiración por la gente que hace de su vida una presa. Yo viviría con el miedo continuo a que una mínima brecha haga que todo se desmorone. Así que opto por ir mojándome poco a poco…aunque nunca haya respetado las 2 horas de digestión.

Pero qué le voy a hacer, me encanta el agua. Me encanta mojarme. Y poder secarme después. Me encanta bucear que es lo más cerca que voy estar de volar. Y aunque soy asmática y alérgica y en realidad me va fatal, mi clima natural es húmedo y lluvioso. De ese que te cala hasta los huesos. Y aunque me aliso el pelo, tiende a rebelarse y a rizarse. Y aunque esto me ponía enferma a los 16 años, ahora, me resbala. Así que puede que con el tiempo, con cada chaparrón, nos hagamos un poco más impermeables. Pero a mí, por si acaso, siempre me van a hacer falta unas katiuscas y un paraguas de esos que amo y odio a partes iguales.

"E se chove, que chova" rezaba un anuncio un tanto ñoño de una conocida marca de supermercados gallegos que a los expatriados nos tocó un poco la fibra (de Gadis, dilo coñe, que a ti no te pagan un duro por publicidad)

Y aunque hayan sido unas Navidades de merda, con Ciclogénesis explosiva (que no es una ciclogénesis cualquiera, oiga) ahora mismo me voy a la peluquería.

E se chove, que chova

, porque

Tiene que llover, tiene que llover…

Yo me voy a seguir mojando.

DICIEMBRE. DESPEDIDA Y CIERRE.

Aún no se acabó pero el final está tan cerca que casi ya se puede oler.

Diciembre es un mes de altos y bajos. De familia, reencuentros, cañas, amigos, fiestas, excesos, viajes…de bajones, de recapitulaciones, de balances, de reflexión, de alivio, de borrón y cuenta nueva.

El 31 marca el final. Las doce uvas el principio. Y esos nervios. Y esas miradas. Las de siempre, con más arrugas, los nuevos con una mezcla de excitación y no entender. Pero lo cierto es que nadie entiende mucho qué pasa.

Lo que pasa es que se va otro año. Nada más. Lo dejamos atrás, como el periódico del día anterior. Lo que pasó, pasó…y lo que traspasa la barrera de las campanadas, seguirá. O eso queremos creer. Llegamos al final del año con una mochila cargada de trabajo (los menos), de cambios, de experiencias vividas, de evolución y adaptación. Somos otra persona distinta al año anterior pero aquí estamos otra vez en el salón de García Barbón los de siempre con el mismo ritual.
Esas únicas 12 uvas que me tomo en el año y que me dejan un poco emocionada después de tanto abrazo. "Y que los que vienen, nazcan bien!" "Y enhorabuena a la novia!" "Por tu nuevo trabajo!" siempre hay algo por lo que celebrar…siempre hay algo por lo que empezar, por lo que ilusionarse y por lo que vivir. Aunque sólo sea por uno mismo. Cuando no tienes la responsabilidad de cuidar a otros, la tienes contigo mismo. A veces nos descuidamos un poco pero al final es lo único que hay que intentar cada día, tratar de ser felices.

Esa era la respuesta definitiva a la pregunta que colgaba en nuestro salón de Donoso Cortés. "¿Qué vas a hacer hoy?". Ahora ya está de nuevo pegada en el salón(cito) de Blanca, compañera de pupitre, de fechorías, de conversaciones infinitas en la salita verde, de manos a manos, de viajes, de quejas, de no hablar al llegar a casa o de hacerlo sin parar con una botella de vino, de risas, muchas risas, en definitiva "compañera de vida" (aunque ella me prohibiese definirla así que parece que daba lugar a malentendidos)
Blanca es mi amiga. Y punto. Y es de las cosas que más voy a echar de menos de Madrid. Vivirlo con usted. Estábamos muy bien pero siempre le digo, cuando nos da por preguntarnos cómo seremos en el futuro "Pues como ahora pero mejores", así que no dudo que estará usted muy bien aunque no haya pan en casa y no tengas que despertarme cada día. Yo te seguiré enviando mis ánimos con voz de dormida para afrontar un nuevo lunes, seguiré pensando en ti cuando haga café si me despierto de repente a las 3 de la mañana creyendo que son las 8 "pero si tú nunca haces el café idiota!" y con cada caña que me tome de más, supongo que también me acordaré de vos.

Porque somos mejores que hace un año, seremos mejores en 12 meses.

Y aunque no quería sonar tan trascendental, me temo que el espíritu del señor de gafas oscuras me ha cogido desprevenida y sueno igual que él cuando cada Noche Buena camino a Ramallosa, interrumpía los villancicos que con tanto afán cantaba al volante la señora que calceta y pasaba una mano por detrás del sillón. Entonces yo tenía que cogérsela y su discurso siempre empezaba igual "Hijos míos…cuando yo ya no esté"…Se pueden imaginar las caras de los tres que íbamos detrás sin entender muy bien por qué este señor que a veces gruñe se empeña cada año en que se nos empañen los ojos. Menos mal que alguno de mis hermanos un año se armó de valor, cogió la delantera y empezó él mismo el discurso "Hijos míos cuando yo ya no esté…" Entonces carcajada general. Menos mal!
El discurso de "hijos-míos-cuando-yo-ya-no-esté" es aplicable en cualquier tipo de ceremonia de exaltación de la vida y del amor como una boda, por ejemplo…entonces ves una mano que te llama desde las mesas del fondo y piensas "adiós, con lo bien que estaba yo bailando Raphaella Carrá" Porque aunque nuestro pobre padre se emocione un poco y simplemente quiera recordarnos que tenemos que querernos siempre y cuidar a nuestra madre, esa misma madre tiene una teoría de la vida mucho más guay, práctica y sobre todo, inteligente y es que "Hay que reírse mucho"

Y eso es lo que quiero hacer este nuevo año: reírme todo lo que pueda y más.
Lo mismo le deseo a todo el que lea esto. Bueno, y al que no lo lea también!


Feliz 2014.

OCTUBRE

Empieza  con una visita y acaba conmigo devolviéndola.

No está nada mal para este mes en que el otoño parece no querer empezar, los abrigos siguen en el armario acumulando polvo y en los escaparates siendo ignorados. 

Octubre es el mes en que vuelven los colegios por la tarde y pandillas de adolescentes en masa copan el ancho de las calles con sus mochilas por el culo, sus andares, sus risas y sus gritos. 

La manada se mueve junta y se prometen amistad para siempre al tiempo se insultan gratuitamente y los vaciles continuos al que está al lado son la forma de sobrevivir. En grupo pero solo. Defendiéndote de tu amiga pero sin poder ir al baño sin ella. Todo es fuerte. Todo es muy fuerte. 

Un par de faldas subidas a la salida del colegio con medias de sport caminan delante de mí. Melenas al viento tapando media cara y una confesión. Una pausa dramática en medio de la calle, me tropiezo con ella, mirada de desprecio a mi persona pero dura lo justo para volver al tema. Al tema fuerte. 

Un "Pero-qué-me-esstás-con-tan-do-tíiiiia!??" y una carcajada. La mía.

Fuimos así, supongo. Miramos así y vivimos así. En aquella época de pipas, primeros cigarros, primeras copas y primeros amores y desamores, éramos así.

Octubre es un mes de tránsito. Ya estamos instalados. Volvió la rutina y casi sin querer te tropiezas con un árbol de Navidad. Pero bueno estamos locos o qué? Cada año igual.

Este mes fui a Vigo y comprobé cómo una amistad surgida en un hospital, rodeada de tantos males y penas, puede dar lugar a las mayores carcajadas nunca oídas en el Xeral. 

Muchas veces me lo había contado mi madre, que la gente les decía "vosotras dos, siempre riendo" y esta vez lo comprobé un situ. La excusa, un análisis para ver qué tal trato a mi cuerpo, que los domingos se me queja bastante...el resultado ver a esas dos. A la señora que calceta y a Nany. De la primera ya no puedo decir mucho más, el garciasenrismo corre por sus venas y los residentes del hospital lo sufrían al ir a pedirle un cambio de guardia "pero si hace tres meses que tenéis el calendario, TRES MESES! y me vienes el día anterior? No hay derecho". Pero luego los defiende delante del jefe como si de sus niños se tratase. Nany da unos besos sonoros y unos achuchones que hacen que te quieras quedar ahí para siempre. Y eso que es la encargada de pincharnos! pero ella "siempre con aguja fina" para que no te enteres. Dos amigas y treintaymuchos años de pasillos, contándose penas, riendo, hablando, con cafés y tertulia a ritmo de pacientes y médicos…e hijos y maridos y familia en general. Riendo sin parar. 

Octubre debería saber a castañas, pero la señora castañera con su puesto que huele bien no se dignaba a aparecer. Hasta que un día lo hizo y Blanca vino con dos docenas a casa. Y vino. Vino con vino también. Por si acaso. Y aunque yo siempre le digo "que nooo que me tomé más que tú"  me dejó la última.

Octubre se fue dejando las hojas del árbol de mi ventana teñidas de rojo y una serie de incógnitas por despejar…pero se resolverán en el próximo capítulo.

SEPTIEMBRE

Septiembre es el mes de la melancolía por excelencia. Es un mes de reflexión y de volver a empezar. Con el verano que poco a poco va diciendo adiós y del que cada día vemos un poco menos de luz...de esa luz tan distinta y especial, como siempre dice el jefe, que tiene este mes.

Y son cumpleaños. De amigos, de mi amiga Marta con la que comparto veranos, llamadas y cafés que alargan la vida...Y de familia. Muchos Virgo por aquí, tías, primas, el tío Manuel que es más chulo que un ocho y no lleva demasiado bien esto de celebrar un año más respirando...pero no hay excusa para olvidarse a nadie porque son cada tres días. 

Empiezo yo. El 8. Una fecha con la que me llevo peleando desde pequeña. Sin amigos de verano que ya se habían ido prometiendo escribir y tampoco los del colegio, que no había empezado aún y no sabías quiénes iban a ser ese año. Porque las amistades eran realmente peligrosas en aquellos tiempos en que los "Pues ya no soy tu amiga" se lanzaban con una frialdad digna de Hannibal Lecter.

Así que septiembre es mi mes aunque tenga una relación complicada con él. Porque es que sí pero no. Es bonito pero es depresivo. Es ver maniquíes abrigados en los escaparates cuando aún estás en sandalias...y que de repente llueva pero aún haga calor. Se acabó la juerga. Vuelta a la rutina, a los uniformes y a los corticoles. Adiós a las horas en la toalla al Sol y a esa fotos de gente feliz y guapa que revisitarás en unos meses.

Septiembre huele a libros nuevos y sabe a leche con miel, que cura todos los males.

En septiembre empieza la estación con mala rima a la que a pesar de necesitar unas vitaminas, hay que reconocer el mérito de ser muy bonita. Será que a mí siempre me gustaron los colores poco saturados y esa gama de días marrones y grises, después del empacho de colores flúor de la pasarela veraniega, no hace mal a nadie.

Septiembre es un ordenador que se reinicia. Y le cuesta un poco arrancar. Se vuelven a abrir todas las ventanas que dejaste abiertas antes de verano...y te encuentras de bruces con la realidad.

Septiembre...ay septiembre. Que te vas ya! Dejando paso a octubre, a las lluvias y a los días plomizos. A los abrigos, a las botas y a las tardes en casa de manta, peli y sofá. 

Así que habrá que despedirte. Como a la señora que calceta, que se fue del hospital. Hoy fue el primer día que el despertador no sonó a las 6:45...aunque estoy convencida de que madrugó igual. Y le llevó el café al señor de gafas oscuras y me lo traería a mí si aún estuviese en casa.
Pero Carmen García Senra que se confundía alguna vez al coger el teléfono en casa y contestaba "Secretaría de urología dígame?" ha dejado de hacer llamadas, de rellenar informes y de organizar la vida a todo un servicio. Creo que se emocionó un poco...porque todos se despidieron de ella. Y digo todos: celadores, médicos, adjuntos, limpiadoras, residentes, administrativos, los de la cafetería...donde tantos desayunos tomamos después de unos análisis y tantas conversaciones difíciles y tantas carcajadas con Nany tuvieron lugar...
Pero es que mamá, coñe, 40 años son muchos! Ese edificio que se ve desde todo Vigo no tiene secretos para ti. Y tenía que decirte adiós como te mereces. Porque has trabajado mucho, has hecho la vida más fácil a otros tantos y sobre todo, lo has hecho todo con buen humor. "Hay que tener peso en esta vida"...y tú lo tienes. Enhorabuena por el merecido descanso pero te doy hasta Navidades. Luego empezaremos...con todas las ganas del mundo, otra aventura. La tuya.

Y para acabar este mes y este post, hoy, su último día, es el cumpleaños de Gonzaga.

Un tipo caótico, un tipo divertido, un tipo bastante genial con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva...pero sobre todo un tipo al que tengo mucho cariño y al que puedo llamar amigo.
Felicidades pues mon ami!

 

AGOSTO



Se acabó agosto y se acabó el verano. Porque agosto es el verano.

Agosto es ir a Baiona y no volver a Vigo para nada. Veranear a 20 minutos de casa puede parecer una tontería, pero cuando cuando entras en ese pueblo, cuando divisas el paseo con las banderas, los barcos y el castillo, a todo el que conoce Baiona "la Real" le cambia la cara.

Baiona es ir en bici y disfrutar de ese momento del que tantas veces has oído hablar a la señora que calceta "Baiona a esta hora es delicioso" y tú, aunque ya habías estado despierta a esas horas de la mañana, era para volver a casa con la vista y la mente algo nublada. Este verano entendiste a qué se refería. Cuando el resto del mundo aún remolonea en la cama, tú ya veías cómo las excavadoras pisan la arena preparando la playa para otro día más de sol (cuántos este año!) Y aunque tú te ibas a trabajar, hacerlo en casa de la tía Toya con esas vistas y un despacho de lujo para ti, es otro cantar.
Baiona es ir en bici y que tu amiga Marta te venga a buscar al portal en la misma que utilizaba cuando teníamos 10 años para dar un paseo como solíamos hacer a esa edad...sólo que ahora nuestros padres nos dejan ir hasta más allá del parque de la Palma, así que llegamos a cabo Estai. Y ya sé que no es Finisterre pero a mí me lo parece. Porque dejas las Cíes atrás y piensas que un poquito más allá está América. Y como yo soy una cagada, le digo al jefe del pelotón que relaje, que luego hay que volver. Como cuando vas muy lejos, a "lo hondo" en el mar y te entra el miedito porque no sabes qué hay por ahí abajo en "lo negro" y empiezas a ver a la gente muy pequeñita en la playa...pues igual. Además tengo la intención de volver sin utilizar el motor de la bici eléctrica-ultra-molona que el señor de gafas oscuras tuvo a bien regalarnos este verano. Y lo consigo. Y me merezco un chocolate con churros, pero tengo cena.

Cena tras cena. Eso es agosto. Cenas de bienvenida, y entre "hasta cuándo os quedáis" y "madre mía cómo han crecido los niños!", entre copas en el Capitán, aperitivos, cañas, excursiones y alguna que otra "noche de los tristes" llegan las cenas de despedida. Con los de siempre. Con los de mi pandilla de la playa, con los de la pandilla de los medianos y la de los mayores para los que siempre fui Carmencita y que ahora me aceptan como una más.
Los de siempre crecen y se multiplican. Y así la Barbeira (más conocida como "la playa del Parador") ve cómo sus rocas son pobladas por niños de la 4ª generación de Brandones en busca de cangrejos.
Baiona es un pueblo con 6 playas. Se pongan como se pongan los de enfrente...vale que no son comparables a la de Playa América o Patos...pero son 6! todas diferentes y cada una con su baño y su agua.

Pero los Brandón somos de la Barbeira. Nos colocábamos en las últimas rocas del principio de la playa (hablo de principio y final de una playa que no debe medir más de 150 metros) Y ahí bajaba la gran abuela Pita, matriarca y señora todos los días esquivando obstáculos con un andar de dignidad infinita.

Ay Pita! cómo se te extraña. Baiona eres tú. Y es que sigamos diciendo que "voy a casa de la abuela" aunque ya no estés y el testigo de anfitrión lo haya recogido el señor de gafas oscuras, quien prometió que siempre habría queso, lomo, jamón, vino y pan caliente y cumplió su palabra. Bravo!

Baiona es ese jardincito que tanto vale para una paella de 20, un desayuno de 15 con varios turnos y varias cafeteras hasta que alguien dice "que me tengo que ir a hacer la comida!" o para un cocido de 30 en pleno agosto. Incluso para las partidas de burraco diarias hasta que se hace de noche con el jefe pululando y rosmando "cuánto vicio Dios mío!"
Baiona son mis tíos, mis primos y mis sobrinos. Es esa casa de la abuela en la que cabemos todos aunque haya que apretarse. En la que vienen a dormir todos y a mí me toca sofá. Es lo divertido.

Agosto son 15 días de estrés vacacional. De playa, ducha y salir otra vez. De planes. Tantos planes! Demasiados planes. Luego llegan los 15 últimos días donde todo se relaja. Donde los de siempre, esos a los que sólo ves esa quincena pero con los que recargas pilas para todo el año, vuelven a sus vidas soñando con el año que viene. Agosto es exprimir sus 15 primeros días y disfrutar hasta el final. Hasta que los días se van acortando. Hasta que la luz de septiembre que tanto gusta al señor de gafas oscuras, va ganando terreno. Hasta que un sentimiento de melancolía te atrapa porque ya, parece que sí, que es verdad... se acabó agosto.

Pero lo hace dejando momentos para el recuerdo. Como la inevitable sonrisa al escuchar una y otra vez las típicas frases baionesas: "esto abre" "los barcos apuntan al sur, malo" "el agua está buenísima" "yo creo que un poco más fresquita que ayer" o la clásica tortura del jefe y su "A forrar los libros!" recordándonos que "la vida no es esto" Ya sabemos que la vida no es esto...pero esto es vida.

Te sorprendes hablando un día con los que quedabas "a las 5 en Camy", recordando cuando el parque de la Palma era de cemento y los columpios de hierro, la mítica cafetería Atlanta, donde, cuando no había móviles, sabías que tus padres estarían por si querías dinero para tomar un helado de la Gamela. Recuerdas cuando jugabais a polis y cacos en el Club de Yates y los porteros os reñían, cuando no os dejaban entrar en el Persígueme Rodríguez, recuerdas cómo tenían que convencer a la señora que calceta para que te dejase salir con ellos porque siempre fuiste la pequeña...Entonces piensas que te pareces a tu padre cuando cuenta cómo había que ir a la Barbeira en barco y para ahorrarse el dinero iba con los tenis en la boca. Cuando habla de una Baiona con tres casas, cinco familias y un muro en el que comer pipas. Pero es que Baiona es que es un pueblo en el que tengo recuerdos desde siempre.
Porque si alguien puede decir que es de Baiona soy yo. Lo soy de desde hace 26 veranos, mi padre desde hace 64, mi abuela Pita lo fue toda su vida y su madre nació en este pueblo donde arrivó la Pinta allá por el 1493 y que fue en su día mucho más grande que Vigo...y su casco vello así lo confirma. Y aunque no seas de Baiona, te haces. Que se lo pregunten a la señora que calceta, una de Corujo que se convirtió en baionesa y que según mi padre conoce a más gente que él.

Agosto es ver la silueta de las Cíes entre naranjas, rojos amarillos y violetas. Ver al Sol caer entre las islas cada día un poquito más a la izquierda. Es decir adiós al día mucho más tarde que el resto de la península, sabernos unos privilegiados y que alguien suelte el clásico "no sabemos lo que tenemos". Pero la verdad es que no nos lo creemos.

Agosto es un mes para disfrutar. Y yo este verano lo he hecho. Son noches, lugares y momentos. Estar en casa, salir y no entrar, no parar, descansar, leer, hablar, reír, tomar unas cañas, reunirte con la familia, con los amigos, playa con niños, playa con amigas, que un día llueva y al siguiente salga el Sol. Agosto es tomarse un helado de yogur y limón. Son baños infinitos en aguas que podrían ser el Caribe si no fuese por la temperatura. Agosto es disfrutar.

Agosto es verano, verano es Baiona...y Baiona "es bien"

DEDICADO A C1849BSW

El día que Jacinta desapareció sonó A Whiter Shade of Pale en la sala de espera de la Policía.

Siempre me pareció una canción propia de un triste y gran final. Y este lo es.

No quiero ponerme melodramática y hacer de esta pérdida algo que no es...sé que es simplemente una moto (o era, porque a saber que han hecho con ella a esta alturas) Que no pasa absolutamente nada, que la vida sigue y que las cosas materiales son eso, cosas. Pero esto no quita para que esté triste. Porque algún desalmado se llevó mi moto dejándome sin compañera de trayecto contra viento y marea...lluvia, y nieve. Daba igual. Con ella siempre.

Todo empezó hace algo más de 6 años. Un 31 de diciembre de 2006 tomé las uvas rodeada de gente que sabía un secreto. Mi moto estaba esperándome en el portal y yo no lo sabía. Mi moto estaba esperándome en el portal y cuando me dieron el casco yo no me lo creía. Y aún no me lo creo. Qué espectáculo. Todos bajando por las escaleras con vecinos que abrían las puertas para curiosear a qué se debía semejante estruendo. Pero es que a la niña le habían comprado una moto para llevarse a Madrid y así descubrir una nueva ciudad sin límites temporales ni perecísticos.

El 2007 empezó sobre ruedas como bien me dijo mi prima Marta

Madrid con Jacinta fue otro. El metro te acerca a zonas, partes, calles de la ciudad pero no consigues conectarlas. Sales de debajo de la tierra y estás en un sitio pero no sabes de dónde vienes ni a dónde vas, como los Siniestro Total. Aunque lo cierto es que ya motorizada me siguió pasando durante algún tiempo porque no fueron pocas las veces que acabé en la Castellana para conseguir orientarme...pero callejear con Jacinta era muy divertido. Me descubrió un Madrid que no se ve desde la acera. Un Madrid que pasa a cámara rápida desde el centro del asfalto con sus edificios engalanados y majestuosos que parecen darte la bienvenida o con sus calles adoquinadas y laberínticas en las que tienes la sensación de perderte. Y lo hacías. Pero acababas llegabando al destino. El final del viaje siempre estaba en el mismo lugar: delante de la puerta. Te bajabas y ahí la dejabas. Te ibas con la seguridad de que al salir estaría esperándotese para llevarte al próximo destino. 

Hasta que un día no estuvo.

El día que Jacinta apareció no me lo podía creer y lloré y di las gracias muchas veces.

El día que desapareció solté alguna lágrima de frustración y de pena y pensé que me habían robado una parte de mi vida...como a Perales.

No es el fin del mundo. No es tan grave. Es una moto. Pero era mi moto. Mi moto cascada, rayada y muy amortizada.

La señora que calceta, del gremio motorístico también ella, me consuela diciéndome que ya habrá otras Jacintas. Pero no es cierto. Tendrán otros nombres y otro aspecto. Pero como esta ya no habrá otra. Porque siempre será mi primera moto. Una vespa, roja, pequeña y molona que respondía al nombre de Jacinta y a la que muchas veces la califiqué como "de pizzero" debido a su corta cilindrada. 

El señor de gafas oscuras dormirá mucho más tranquilo. La cuenta que pagó aquel día le salió mucho más cara que las tres botella que hicieron falta para convencerlo. Casi sin querer había accedido a que su niña, su niña pequeña fuese en moto por Madrid. Cuando volvía a Vigo se empeñaba en darme dinero para un taxi con tal de no cogerla. Pero los veranos con Jacinta suponían viajes a la playa a menudo con paquete y a 30 Km/h. Eran más bien paseos contemplativos animándola en las cuestas pero agradeciéndole enormemente su servicio y, sobre todo, que nos evitase el autobús.  

Y esto siguió siendo así hasta que llegaron los carnets de conducir...para todas menos para mí.

Hay quien verá esto como una señal definitiva para que me lo saque de una vez...pero yo creo que debo guardar un tiempo de luto. 

El día que Jacinta desapareció, yo dejé de ser algo. Dicen que un camino para encontrar lo que eres es descartar lo que no eres. Pues bien, yo ya no soy una motorista...pero espero volver a serlo algún día. 

Me dedicaré a andar que dicen que es muy sano, barato y bueno para el medio ambiente. Y si de una vez por todas llegara el calor, irremediablemente extrañaré ir por la Castellana casi vacía, una noche de verano en manga corta y cantando a grito pelado...y si no lo hace y llueve de manera incoherente como ayer, pues me acordaré de cómo me calaba con ella.

Jacinta ha dado la talla. Ha cumplido con creces su servicio. Me ha hecho la vida más feliz y Madrid era un sitio mejor sabiendo que ella estaba ahí. Era la verdadera vespa especial que me quitaba problemas.

El robo de Jacinta me deja unas llaves, un casco y muchos momentos que no habrían sido posbiles o iguales sin ella.

Y también una conversación para el recuerdo:

 - Esa es tu moto?

 -Sí

 -Qué chula!

 -Ya.

Como si de una madre babosa se tratase. 

Pero es que Jacinta molaba. Molaba mucho. 

Adiós Jacinta! Te echaré de menos! Y gracias por todo!

ODA AL ATÚN

ODA AL ATÚN

Oh atún que reinas en mi despensa,

gracias a ti la ensalada se compensa. 

Lechuga, tomate y queso,

tú haces mejor a todo eso.

Algunos creen que se me va la olla

por ponerte en la pizza con el queso y la cebolla,

yo creo que ellos no te valoran como yo

¡Eres la base de mi alimentación!

Atún o bonito enlatado,

al fin y al cabo todo es pescado.

Aunque si por casualidad hay ventresca, 

la robaré de casa de mis padres siendo un poco fresca

 

¡Gracias por todo atún!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ESTO IBA A SER UNA ENTRADA SOBRE EL FRÍO

Como ya hace frío, la visera del casco no se me empaña en los semáforos. Pero he vuelto a experimentar lo que es ir tiritando en la moto. Las bicicletas serán para el verano pero Jacinta me presta servicio sea cual sea el parte meteorológico. Y hay que ver lo poco que se lo agradezco definiéndola siempre como una vespa de pizzero debido a su mínima potencia. En fin, Jacinta, "

yo sin ti no sé como teneeeeermeee...con el alma en pie...sin ti me cueeeesta respirar..."

Esto de aquí arriba es un claro ejemplo de los problemas derivados de volver a poner a David Bisbal en el candelero, que revivimos tiempos pasados en los que éramos más jóvenes e íbamos mucho peor vestidos y que la gente hace la V en las fotos aún más si cabe. 

La V no se debe hacer jamás. Que qué tengo yo en contra del signo de la victoria en las fotos? pues todo. La V es mal. Es fatal. Es de teenager en baño haciéndose autofoto y poniendo morritos. Pero claro, me tengo que callar porque a muchas de las personas que quiero y respeto les encanta hacerla. Sin haber ganado ninguna carrera ni nada...la hacen porque sí! En una mano la copa y en la otra, zasca! los dos deditos. Y aunque dije antes que tenía que callarme, en realidad no lo hago. Les digo claramente "No hagáis la V" pero como son así como medio parvas, pues la hacen aún con más ganas y hasta por duplicado. 

Pero como decía antes de encenderme yo sola por algo absurdo (algo en lo que tengo un Master), hace frío. Y huele a castañas. Y vuelve la cremallera del abrigo a atascárseme. Quién inventó la cremallera? Este señor. Y qué le debemos? Nada. Nos debe él a nosotros más bien por la cantidad de disgustos que nos trae. A diario. Yo soy más de botón, oiga, qué quieren..sus formas, sus colores, lo decorativos que son, cómo muta una prenda cuando los cambias por otros...no sé, vale que son un peñazo cuando se caen o cuando te recuerdan que has engordado...pero al menos dejan más lugar a ese particular tira y afloja con la báscula. La cremallera directamente es que no sube. Que no te empeñes, que no subo ni un diente más, que hasta aquí hemos llegado. Y tú que haces? pues le partes ese mismo diente. Los atrofias y adiós cremallera. Venga seamos sinceros, cuántas veces habéis dicho "Hay que ver lo bien que sube esta cremallera!! Qué gusto!!" 2? 3 veces? y cuántas "Me pííííííí ya estamos otra vez con la piíííiííí´de la cremallera, píííííííi´" cienes de veces. 

La cremalleras son un artilugio que ahora esta muy de moda pero de forma decorativa. Vamos que te lo ponen detrás, en una camisa por cuyo cuello no es que quepa tu cabeza sino que poco más se te escurre hasta los pies y no te has enterado. Han relegado a la susodicha al puro ornamento y yo que me alegro. Porque han prestado un servicio terrible, porque por ellas se cuela el frío, porque se abren cuando menos te lo esperas y no lo hacen cuando quieres. Y esas, sí, sí, esas que se "se camuflan" en los vestidos de fiesta y que son ultra finas con ese mini-enganche-asqueroso-y-hasta-dañino del mismo color que la tela...a esas habría que prohibirlas directamente porque van de mosquitas muertas, de que no quieren ningún tipo de protagonismo pero que lo tienen TODO en el momento clave...porque NO-SUBEN-BIEN-NUNCA. Esas pequeñas pííííí...cuánto dolor han generado.

Y yo soy justa eh? Sé que las cremalleras protagonizado algunas de las escenas más emblemáticas de la pantalla (Quién no ha hecho un "Busco a Jack's"? Eh? quién?) o algunos de los anuncios más obscenos y evidentes jamás vistos, porque esas braguetas dan mucho juego...pero a pesar de todo, yo digo NO A LA CREMALLERA.

Aunque haya vuelto a encenderme quiero dejar claro que no es que yo esté en contra de todo y de todos. Simplemente creo que los objetos son malvados y están en este mundo para generarme frustración, para que los pierda, los rompa, me choque, no los encuentre, me pille o no consiga hacerlos funcionar. Son ellos, esos. Viejos conocidos por todos. Las llaves, las tijeras de la caja de costura, el pomo de la puerta, las moneditas de cobre, las pilas, la pata de la cama, LA goma del pelo, el calcetín solitario y aventurero, el menú de la televisión, el super glue...tantos!!...pero al frente de esta banda de facinerosos, está ella...la píííí cremallera y la madre que la parió.