DE POR QUÉ SOY UNAPIRANHA

Mucha gente me ha preguntado de dónde viene lo de ser una Piraña. Muchas veces he tenido que explicar que sí, que yo estaba gorda pero no, no tanto como el personaje de Verano Azul.
Hoy, en el día de mi onomástica, creo que es un buen momento para explicarlo aquí.

Mi nombre completo es Carmen González García (premio al que ponga los apellidos en orden) Es un nombre con el que he aprendido a vivir, que no me convencía mucho pero que ahora me encanta. Aunque, como explico en esta entrada de hace ya 5 años (mi maaaadre) casi nadie me llama Carmen. La última variante: Carma, en catalá. 

Corría el año…91 pongamos. El jefe por aquel entonces sólo era “papá”, un cuarentón que ya llevaba gafas oscuras. A menudo me pedía que fuese al sofá con él y me tumbaba encima de los cojines del respaldo. Y ahí cabía yo. Debía ser bastante pequeña. De vez en cuando se “cegaba” y me daba un poco de miedo. Mi padre siempre ha sido, como ya lo fuera el suyo, muy de poner motes y muy de insultar. Cariñosamente, pero insultar. “Choriza” “Pirata de la peor especie” o “Maricalla” están entre sus preferidos. Mi madre es “La Garci” y yo era su “Princesita”.

Cualquiera que me conozca sabe que yo de esto tengo más bien poco. Bien, pues de pequeña mucho menos. Un día me harté. Supongo que coincidiría con la época en que quería dormir solo con la parte de abajo del pijama como mis hermanos y pedía coches teledirigidos el día de mi santo. Uno de esos días me revelé y la conversación fue tal que así:

- Papá, no quiero que me llames Princesita
- Y cómo quieres que te llame entonces?
- Nécora
- ¿Nécora? No…mejor Piraña

Y Piraña se quedó. Pira para los amigos. Piraña a gritos cuando llamaban al fijo de casa con el consecuente partimiento de risa al otro lado del hilo telefónico. Piranha con “nh” en lugar de “ñ” cuando llegó la época de hacerse 2.0 y abrirse un fotolog, que luego fue un blog, un twitter, instagram y hasta esta web.

Unapiranha es mi firma. En la del DNI hago un garabato que pone Carmen y que tengo que explicar de cada vez que voy a renovarlo. Pero unapiranha es la que escribe, dibuja y, ahora, firma trabajos de persona mayor. A veces hasta los cobra.

Pero lo de firmar los dibujos es algo que se me olvida. Hace algo más de un año, estaba en el trabajo un poco deprimida y reparé en la pobre flamenca del WhatsApp que siempre tenia que esta contenta. Y pensé que era injusto. Que seguro que ella también tiene un mal día, de esos en los que tienes que irte al baño a llorar desconsoladamente. No sé bien cómo ni por qué llegó a una presentadora del telediario y al tuitearlo tuvo una gran respuesta. 

Pero estaba sin firmar. Así que nadie sabe que lo hice yo. Lo cierto es que los dibujos, una vez los acabo, ya no los siento como míos. Yo lo que quiero es sacármelos de la cabeza cuanto antes. Porque me gusta que estén por ahí. Que los vea la gente y que les gusten. En cualquier actividad creativa como la ilustración, la pintura, la fotografía o la escritura, lo que quieres es compartir algo con los demás, expresar algo con ello y que la gente se sienta identificada. Quieres gustar. 

Ahora cada vez que me olvido de firmar algo tengo un par de comentarios sarcásticos del estilo “sin firma! qué bien, me lo copio!” Pero copiar es fácil. Con y sin firma. Todos nos inspiramos en algo anterior. Lo que hay que tener es un estilo definido y conseguir que la gente no quiera imitaciones. Es muy difícil. Pero es a lo que se debe aspirar.

A mí me gusta que guste lo que hago. Con o sin firma. Y cada vez que alguien me dice que ha visto la flamenca en algún sitio, yo me alegro. Mucho.

Aún así, procuraré firmar. Más que nada por eso de que hay que comer y pagar el alquiler. Y lo haré como unapiranha. Con una raspa de pescado debajo que ha sido la última incorporación. Después de muchos años dándole vueltas, ahora tengo hasta logo!

Mi madre siempre me recuerda que “Parece mentira que aquel mote se haya convertido en tu firma” y acto seguido el señor de gafas oscuras salta con “Pero di la verdad, Piraña, quien te dio la idea de la espina eh? La voracidad de una Piraña? Yo es que soy un monstruo. Me río de los creativos”

Pues eso. Que quise ser una Nécora pero me quedé en Piraña.

Aquellos días rebeldes...

Aquellos días rebeldes...


WRITE. RIGHT?

Escribo sobre lo que me pasa. Pisar una baldosa en la calle y empaparme, hacer cola, ir al cine...Aunque dedico muchas entradas a la familia, porque son los que van a tener que aguantarme diga lo que diga, no suelo escribir sobre las relaciones que tengo aunque indirectamente todas las personas que me rodean me afectan y me hacen ser quien soy y reaccionar así a las cosas. 

Toda historia puede ser bonita o terrible según la cuentes. Lo mismo pasa con las personas. Nadie puede ser sólo bueno. Nadie es capaz de complacer a todo el mundo. Si es muy buena es que es demasiado riquiña. Si es un capullo es que es un egoísta. Estoy segura que hasta Gandhi dejo sin contestar algún mensaje de una pobre chiquilla enamorada. Todo se puede contar con un filtro de Instagram que oculte convenientemente las arrugas.

Las relaciones humanas son complicadas. Tanto como las personas. Y hay una persona (con sus cien mil aristas), por cada huella dactilar. Así que hagan cuentas. Y ahora explíquenme como es posible que a pesar de todo sigamos reproduciéndonos como especie. Porque hay veces que me parece imposible que surja ese "match" entre dos personas aunque ahora una aplicación de ligoteo nos diga que en realidad es muy fácil. 

Me parecen demasiados parámetros, demasiadas variables. El momento, el momento laboral y personal de cada uno. El lugar. Estoy yendo, ah, pues yo me iba ya...el coincidir en gustos, en cuánto das y cuánto cedes. El ser tú completamente y que al otro le gustes así. Y viceversa. Uf!...Fácil es empezar. Difícil es continuar. Difícil es saber dónde está el Norte en las relaciones. No hay brújula para eso. 

Pero a pesar de todo seguimos trayendo al mundo pequeños seres cabezones y risueños. Será, supongo, que lo bueno pesa más que todas esas cosas que, si te empeñas, puedes sacar de cualquier persona. "No es tan divertida, no contesta a los mensajes, es un poco mandona, en realidad no me gusta como viste o cómo trata a su perro"...  

Cosas. Pequeñas cosas. Esas son las que hacen que todo sea o nada salga. 

Cuánta importancia hay que darles? Puede que yo les de demasiada. Puede que espere demasiados pequeños detalles que en realidad no me dejan ver un todo. Un todo que es mucho más simple. Un todo que es como un cuadro del Renacimiento en el que tienes que alejarte para entender qué está pasando realmente con toda esa gente. 

Pasa que estas aquí. Tienes una buena vida. Unos buenos amigos. Una buena familia. Has viajado. Te gusta comer rico y lo consigues muy habitualmente. Tienes conversaciones interesantes. Tienes toda la información del mundo al alcance de tu mano. Tomas pan caliente por las mañanas...

Qué más quieres? Qué coño importa lo demás? Quién es ese futuro del que hablan y por qué se ha colado en mi fiesta? 

El futuro es ese amigo al que ves de vez en cuando y aún no has decidido si te cae bien o mal. Es ese amigo que te pregunta cuánto ganas? O te dice como un piropo pero que en realidad es medio insulto, que le parece "increíble que aún no tengas novio". 

Pero a lo mejor lo único que falla en esa frase es el "aun" y no deberías tomarte las cosas tan a la tremenda. No habíamos quedado en eso? En que importa el todo y no las partes. Las pequeñas partes, minúsculas e inapreciables al ojo humano?

Entonces nada importa? O todo importa?

Cuánto pesa una idea? Me preguntaba hace poco. Cuánto pesa una frase? O un beso? Cuánto pesa el momento?
Cuánto importas? Cuánto te importa? Cuánto te importas?

Espero que mucho. Al fin y al cabo vas a tener que aguantarte toda la vida. Con sus pequeñas y grandes cosas. Y con tus pequeñas y grandes aristas.

Por ahora creo que me voy a acabar este té y esta galleta con muchas calorías y voy a seguir leyendo. 

 

EL MANDO A DISTANCIA


Ayer alrededor de unas cañas y con un partido de fondo que supimos cómo quedó de milagro, la conversación derivó en representaciones varias sobre cómo se comportan los padres con el mando de la televisión. Los hay que permiten el diálogo, los hay que, si los engañas, consigues salirte con la tuya y ver lo que quieras y lo hay, como el señor de gafas oscuras, que son unos tiranos en el sentido amplio de la palabra.

Recuerdo cuando éramos pequeños y estábamos los tres en el salón. Era más pequeño que ahora (porque en cuanto me fui a estudiar fuera mi madre no tardó ni un mes en decidir añadir mi cuarto para conseguir un espacio amplio ahora que sólo iban a vivir allí dos personas en lugar de cinco). Bueno en realidad pequeña era yo. Manu y Santi estaban en esa edad masculina en la que no se sabe muy bien si son niños, si son hombres o si son una pura hormona andante (ahora que lo pienso creo que se quedan en esa etapa para siempre). La cuestión es que eran como que muy pesados. Siempre pegándose, siempre metiéndose el uno con el otro. Las únicas veces que no discutían era cuando hacían frente común para vacilarme a mí. Y entonces yo lloraba y la pobre señora que ya caleteaba desde su rincón del sofá pasaba del "Estaos quieeeeetos!!!" al "Trataos como amigos por favor!" y luego "PARAAAAAD!" "Se lo voy a decir a vuestro padre cuando venga!"

Y ahí parábamos. La recuerdo indignada. "Es increíble, entra él por la puerta y os ponéis como velas y a mí me tomáis por el pito del sereno!" Y era verdad. Pero también lo es que con los años hemos ido valorando más las decisiones coherentes y razonables de mi madre y tomándonos más por el pito del sereno a mi padre. Karma, supongo.

En aquel salón vi E.T. por primera vez. Manu y Santi alucinaban con que no la hubiese visto aún y se quedaron a verla conmigo. También lo hicieron con Mary Poppins. La vi tantas veces que me bajaban el volumen y yo continuaba los diálogos (Calle del Cerezo número 17...) Y cuando me regalaron Peter Pan no dudaron en criticar su acento y los paletones que tenía por dientes. Daba igual. Yo estaba encantada de que estuviésemos todos en el salón viendo una película juntos. 

Porque esto no era lo común. Porque como digo (y no es que tenga algún tipo trauma por ello) el señor de gafas oscuras es el dueño y señor del mando a distancia y se ve lo que él diga. A veces amaga, porque con los años y los nietos se ha vuelto más blandito y, sobre todo cuando están las nueras o visitas delante, dice "no, no...poned lo que queráis" Pero todos sabemos que no. Poco pide este señor en la vida como para no concederle el placer de poner Barça TV justo después de un partido de su equipo del alma. Aunque haya puesto a caer de un burro a todos y cada uno de los jugadores. "Pero papá, esto es en catalán" "Da igual, yo lo entiendo". Yo miro a la señora que calceta, ella pone lo ojos en blanco y continúa jugando al solitario en el iPad. 

Esta es la escena habitual. Esta es la que representaba yo ayer.
El señor de gafas oscuras tumbado en un sofá meditando mientras dicen sandeces en Telecinco, viendo a "lo más bajo de España, esto es lo que somos!" por televisión y riéndose de la condición humana con cada intervención envenenada. O viendo todos y cada uno de los partidos de fútbol que haya (y son muchos, que tenemos el paquete Total del Plus) Pero si es año de Mundial, tranquilos que le vale el Iraq-Uzbequistán tanto como el Panamá-Ecuador. 
Y mi madre en el otro sofá. En su rincón. Jugando a las cartas por Internet, o al backgammon, o al adictivo Candy Crush...a esta señora le va el juego pero tuvo que decirle a mi hermano si era idiota cuando le preguntó asustado si estaba apostando dinero de verdad. A tanto no llega. Aunque lo que más hace en ese rincón es calcetar, claro.

Cuando aún vivía con ellos (es decir, hace mes y medio) escuchaba un "Santiiii!!" seguido de un gruñido típico del señor de gafas oscuras que suena como "GRNá" y de una carcajada. Esto quiere decir que el susodicho había alargado el brazo izquierdo hasta alcanzar la lana con la que mi madre fabrica maravillas para así no dejarle continuar. Un tocahuevos, vamos. 40 años casados y aún le sigue haciendo gracia. 

Otro de los síntomas de 40 años de convivencia se da cuando le recuerdas al otro algo. Claro que si resulta que es porque el señor de gafas oscuras pone el Canal Pesca y la señora que calceta le dice "Santi, este ya lo vimos, ¿no te acuerdas? es el de la lubina en los fiordos noruegos" pues una no puede hacer otra cosa que alucinar, mirarles atónita mientras ellos siguen con su vida en el microcosmos que han creado en ese salón, levantarse e irse a su cuarto pensando que tal vez el amor es eso: ver juntos capítulos repetidos del Canal Pesca.

 

ALGUNAS PEQUEÑAS COSAS QUE HACEN QUE LA VIDA VALGA LA PENA (VOL XV)

Anteriores ediciones aquí


No poner el despertador 

Un huevo con dos yemas 

Limpiar las gafas y volver a ver todo claro

Los grelos con chorizo y ajada

Dar un beso a alguien y que huela bien

Una partida de Colonos de Catán

El primer día de moto sin guantes

Reencontrarse con un amigo después de mucho tiempo y que 2 minutos después sea como si os hubieseis visto ayer

Y volver a arreglar el mundo

Bailar con los ojos cerrados. Ese justo momento en el que todo da igual.

-¿Nos vamos a vivir juntos?
-¡Claro!

Por fin encontrar piso

Que la canción que salta tenga la misma duración que el tiempo que te queda corriendo y pensar "Venga, esta a tope"

La combinación Trivial+Copas 

Aventurar que alguna acabará en el tablero. (Y acertar)

Saber la respuesta a una pregunta que parecía imposible  

Mañanas de domingo en la cama con periódicos, iPad, libro y radio

Los sugus de cereza

Acabar una infografía

Que se te caigan las llaves en el portal y un buen vecino las devuelva

Que se te olvide el monedero en un local y un buen ciudadano lo devuelva

Un gif divertido

Ver a alguien esforzándose por hablar en tu idioma

Descubrir una lista guay de Spotify 

Planear el menú del fin de semana cuando le pido a la señora que calceta comida-masa-rica

Que me deje alguna preparada para cuando vuelvo de salir 

Una buena conferencia 

El sushi

Los hermanos Gasol saltando por el balón en el All Star

Que vengan mis tías a comer y mi madre vuelva a ser una hermana 

Seinfeld. Y encontrar el humor en lo cotidiano

Ver las siluetas de las grúas, los barcos y las cíes recortadas cuando atardece en Vigo.

Ponerse esta canción en repeat y creerse un poco "queen of nothing, king of the world"

Y este vídeo: 

A LO MEJOR

A lo mejor hay que salir a correr. 
A lo mejor hay que tomar unas cañas. 

A lo mejor es que no. 

A lo mejor es que no llega con estar todo el día comunicados. No llega con saber, con decir y escribir. A veces hay que ver y hay que hacer. Hay que tocar.
A veces hay que probar y comprobar. Que sí. Que no...Que caiga un chaparrón!

A lo mejor es ver una noticia. Es escuchar una canción. Que parece que todas hablan de ti. Hablan de vosotros. Y de él. Y de aquella también.

A lo mejor es una conversación. Acercarnos, reírnos, vacilarnos y escucharnos. Y quedarnos en silencio. Y pedir otra. O irse a casa contentos.
Que a lo mejor resulta que tenías las respuestas y no lo veías aunque te las chivaron varias veces. A lo mejor no te lo crees pero lo sabes.
Pero a lo mejor no tienes ni idea. Ni lo sospechas. 

A lo mejor es que sí.

A lo mejor es un café. A lo mejor es decir "hasta aquí". Y no cumplir.

A lo mejor es una frase. Un texto mal escrito. Una palabra de más. O de menos. 
Un mensaje....a lo mejor es un masaje!

A lo mejor tienes que pararte en un banco y pensar.
A lo mejor es respirar.

A lo mejor es que te toque la lotería. Pero a lo mejor no es eso. Seguramente tendrás que buscar.

A lo mejor tenemos razón los de aquí. Que a lo mejor todo depende.

A lo mejor hay que soltar lastre. Y seguir. Pero es que a lo mejor resulta que no hay meta. Que se trata de correr. Con lo coñazo que es correr. 
A lo mejor prefieres ir andando. Y entonces a lo mejor te das cuenta qué hay que ver. 

A lo mejor sólo hacían falta unas cañas. 
Y volver a caminar.

Pero sólo a lo mejor. Todo a lo mejor. 

A lo mejor son las Navidades. 
A lo mejor es que no me gustan los impares.  

A lo mejor todo depende del cristal. Y la solución son unas gafas de cristales amarillos. 

A lo mejor es discutir otra vez con los de siempre. Sobre lo de siempre. Sabiendo qe nada va a cambiar. 

A lo mejor es cambiar de colonia. O de forma de pensar.

A lo mejor ya estás de vuelta y no te has dado ni cuenta. 

A lo mejor no estás. A lo mejor lo dices en alto y notas que es verdad. No estás.
A lo mejor es contestar al teléfono fijo. Como quien recibe una llamada del pasado. Y a lo mejor tienes que contestar eso, que no estás. Ni se te espera. 

Porque a lo mejor no hay que esperar nada. Ni a nadie.

A lo mejor ya estás. Es esto. Es ahora. A lo mejor tendrás muchos de estos. Muchos ahoras y ningun después. 

O a lo mejor resulta que tienes que fiarte más de ti y que es verdad eso de que la primera respuesta es la correcta.

A lo mejor tienes que cagarla en bucle. Hasta que un día te pares y veas que fueron todas necesarias. 

A lo mejor todo esto es un enorme experimento de prueba y error. A lo mejor nada hay más cierto que te necesito a ti y al otro. Pero a lo mejor somos paralelos y nunca nos tocamos. 

A lo mejor es parar de pensar. Es irse al cine a probar.
A lo mejor hay que soñar con otras galaxias para volver a creer que todo es relativo. 
Que a lo mejor todo es cuestión de tiempo. De tiempos. Y de espacio.

Pero a lo mejor al final lo único que queda es el amor. 
Amor de padres a hijos. Amor de parejas, de amigos. Amor del bueno. Del que duele.

A lo mejor es amor...pero seguro que es humor.

A lo mejor es comerse un polvorón.
A lo mejor es hacer la digestión. 

A lo mejor es dormir. Es soñar. Y es bailar. Como si no hubiese un mañana. Porque a lo mejor no lo hay. O a lo mejor es lo único que tenemos. 

A lo mejor es confundirte. A lo mejor es despedirte.
Es saber decir adiós. Y muchas veces hola. 

A lo mejor es una cena. Un paseo. O mandarlo todo al ídem. 

A lo mejor es estar, es disimular.
Es coger el movil y ver si hay alguien ahí.
Es sentirse solo.   

A lo mejor es reír. Es elegir.
Eso seguro. Es elegir reír.

A lo mejor es el final de año. Son mis hermanos. Mis sobrinos. Es mi familia. A lo mejor son ellos, los del otro lado. O serán ellas, las que están conmigo. O a lo mejor soy yo.

A lo mejor es escribir un mail. Es actualizar el curriculum. 

A lo mejor es diciembre con sol. 
A lo mejor es rematar un post.

A lo mejor es trazar un plan. O varios. Por si acaso. 

A lo mejor no es ninguno. O salen todos mal. 
A lo mejor es que el plan es que no hay plan.
Planazo.

A lo mejor resulta que todo es mucho más fácil. 

A lo mejor no es que sí, ni es que no, son matices y son grises.

A lo mejor hay que salir a correr. 
Y a lo mejor tomar unas cañas después.

Y a lo mejor, lo peor que puede pasar es que me acabe riendo.

ESE OSCURO OBJETO DE DESEO

Cuanto más viejo eres, más culpas a las personas. Cuanto más joven, tus iras se dirigen contra el Estado o la sociedad. 

Será que, a medida que creces, te das cuenta de que tanto uno como otra no dejan de estar compuestos por personas. Como tú. Como yo. Gentes que nos rodean y afectan más o menos a nuestra existencia.

Lo que ocurre es que estoy un poco harta de escuchar eso de "Cuando nos creíamos ricos y regalaban hipotecas" Que no! Que no! que yo no viví eso. Que viví muy bien y al parecer ya nunca jamás voy a volver a ese punto. De acuerdo. Pero es que no quiero ni cobrar 500 mil euros ni tener un cochazo y casa de veraneo. Que me basta con encontrar un trabajo y un alquiler asequible, coñe!

Que no sé si la culpa es nuestra o de los políticos o un poco de todos. Que no sé es si es que no hay uno que se salve o es que uno sólo puede ser corrupto cuando tiene poder. Que "Habría que vernos a todos!" Dice siempre el señor de gafas oscuras y acaba concluyendo que la corrupción está en la sociedad y en la persona. Y yo le contesto que, de acuerdo, pero que también deberán "pagar su culpa los traidores" que cantaba Milanés...O qué coño pasa?

Este señor, de todas maneras, es un cínico al que yo he visto ser el más facha discutiendo con rojos y el más rojo cuando lo hace con fachas. Porque no es ni una cosa ni otra. Cree en pocas cosas. Y, cada vez menos, me temo, en eso que siempre defendió: el ser humano.

Supongo que son los ojos y el sentir de los años. Que vivieron y vieron varias crisis, mucho político y demasiada mierda por televisión.

También sé que la mía es una posición muy cómoda. Leo cómo los jóvenes chinos claman por la democracia a golpe de smartphone y pienso que se trata de un oscuro objeto de deseo. Yo también soy joven y con todas las facilidades. Y vivo en una sociedad con mucho por mejorar. Pero lo único que hago es criticar, discutir, protestar y seguir. O intentarlo.
Descreerte un poco de todo. Volverte más egoísta y tirar hacia donde se pueda. Hacia donde te dejan. Sin un objetivo muy claro porque si ya no se puede aspirar a conseguir el mejor coche y la mejor casa, por qué luchamos entonces? Pues por ser felices a lo mejor. 

Hace poco vi una charla de un señor de Harvard que parece bastante listo y habla aún más rápido que yo. En ella explicaba que había demostrado científicamente que uno tiene en su interior la capacidad para ser tan feliz como quiera con lo que tiene. Es más, que incluso cierta dosis de ataduras o dificultades facilita este proceso. Y esto mismo ocurre con el arte. De las restricciones, de las limitaciones, de los momentos más duros han surgido las mejores obras. Así que a lo mejor no está tan mal este punto en el que nos encontramos. Y seguramente la perspectiva del tiempo nos dará una idea más acertada del momento que vivimos.

Seguiremos luchando y peleando por lo que creemos, faltaría más. Y seguiré rebotándome con el señor de gafas oscuras. Pero acabaré concluyendo que sea como sea el futuro y hagan lo que hagan esos de los que tanto se habla en los medios (cómplices de los primeros) para mejorarlo o jodérmelo más, mi futuro depende únicamente de mí. Igual que mi felicidad.
Y como tengo una buena capacidad para imaginarme y creerme cosas, voy a convencerme de que soy muy feliz con lo que tengo y que todo está y va a ir bien.

Porque a lo mejor resulta que en este mundo traidor donde nada es verdad ni mentira, esa es la única verdad.

 

Aquí con subtítulos en español http://www.ted.com/talks/dan_gilbert_asks_why_are_we_happy?language=en

30 COSAS QUE (ME GUSTARÍA) HACER ANTES DE LOS 30

 

1- Dejar de morderme las uñas

2- Descubrir qué quiero hacer con mi vida

3- Aprender alemán (JA!) o al menos saber cómo se dice "vete a la mierda" en alemán

4- Conocer Roma

5- Leer 100 años de soledad

6- Acabar Rayuela

7- Hacer una tipografía

8- Invitar a toda mi familia y amigos a una fiesta

9- Ir al casino y apostar al 6 negro

10- Dibujar un comic

11- Comprarme una bicicleta 

12- Utilizarla

13- Ir a la ópera

14- Aprender a tocar la guitarra

15- Volver a Venecia y que no esté nublado o a Paris con algo más de 20 € de presupuesto

16- Publicar algo en papel

17- Terminar una carrera de al menos 10 km

18- Volar una cometa

19- Pintar un muro

20- Aprender a hacer la empanada de mi madre

21- Diseñar una camiseta

22- Comprarme un paraguas rojo y unas gafas con cristales amarillos

23- Dejar de quedarme afónica

24- Encontrar un trabajo que me permita (sobre)vivir (y que a poder ser me guste)

25- Hacer un graffiti

26- Conseguir acertar al palillo y ganar un mechero con una escopeta de balines 

27- Independizarme

28- Volver a saberme las capitales de África (y de Asia y de América...)

29- Viajar en globo

30- Decirle esto a alguien 


LO FÁCIL Y LO DIFÍCIL

Lo fácil es quejarse.

Lo difícil es hacer.

Lo fácil es dejarse llevar.

Lo fácil es no pensar.

Lo fácil es gritar más.

Lo fácil es dejar de escuchar.

Lo fácil es pasar. Y pisar.

Lo fácil es ver. Y hasta encontrar.

Lo difícil es buscar.

Lo difícil es valorar.

Lo difícil es contemplar y observar.

Lo fácil es ignorar.

Lo fácil es callar.

Lo difícil es preguntar.

Lo difícil es responder.

Lo fácil es llorar.

Lo difícil es levantarse.

Lo difícil es seguir.

Lo fácil es concreto.

Lo fácil es hoy. Ahora.

Respira. Es fácil. Y ahora otra vez.

Lo difícil es pensar en la siguiente. 

Lo difícil es ver más allá.

Lo difícil es abstracto.

Es todo.

Es tener en cuenta todo. Y a todos.

Lo fácil es perder.

Lo difícil es recuperar.

Lo fácil es encender.

Lo difícil es mantener.

Lo fácil es huir.

Lo difícil es quedarse.

Lo fácil es negar.

Lo difícil es reconocer.

Lo difícil es reconstruir.

Lo difícil es cuestionar.

Lo fácil es estallar.

Lo difícil es olvidar.

Lo difícil es perdonar.

Lo difícil es reír.

Lo fácil es saber.

Lo difícil es escoger.

Lo fácil es conocer.

Lo difícil es conectar.

 

Lo fácil es vivir

Lo difícil es vital

NOS CRUZAMOS

"Aquel invierno de 2014 que no paró de llover, os acordáis?"

Y claro que me acuerdo. Las prisas, ponerse el abrigo por el pasillo, el paraguas, la fiambrera en la puerta, los cascos rojos y a la calle. Al paseo matinal previo a entrar en un coche y luego en un sitio cuyas escaleras están muy gastadas en los primeros escalones y muy poco en los últimos. Será que los trabajadores vamos pisando con menos fuerza a medida que nos aproximamos al aparato que pita dos veces cuando la huella es correcta y que en mi caso falla siempre varias veces.

Tendrás mi identidad pero jamás sabrás quién soy.

Pero antes me encuentro con los rostros de todos los días. Los de esa rutina que a base de conocida, se convierte en placer. Rutina, rituales, reconocer y reconfortar. Para que no nos mate tan rápido.

Me cruzo primero con la niña, bueno, chica, bueno, jovencita pelirroja que espera en su portal con el móvil y los cascos. Como yo. A mi derecha dejo el árbol donde siempre hay un ramo de flores porque algo trágico sucedió hace muchos años. Y ahí está ese ramo que atan los que se quedaron. Para recordar. Para recordármelo todos los días.

A continuación llega el chaval con cara desconcertante que está en esa época en la que sus facciones de semihombre no se corresponden con su cuerpo de niño. Sus cejas pobladas darán que hablar seguramente pero acompañadas del acné y de la prominente nariz, nos da un resultado picassiano en tiempos en que las niñas suspiran por el David de Miguel Ángel. Con él mido cuán tarde llego. A veces solo y a paso ligero, otras con un amigo, riendo o, como hoy, dándole la lección mientras sujeta el libro. Esa estampa me la conozco.

Paso por la baldosa que me recuerda la dejadez humana y llego al cruce. Como es largo, dura poco y el muñeco verde tarda en volver, siempre se ve a gente corriendo para no quedarse en el medio del los dos pasos de cebra, con la marea de coches a un lado y al otro y tú condenado a esperar en esa isla desierta, viendo el objetivo cerca sin poder alcanzarlo.

Cruzo y me coloco al borde de la acera, en posición. En posición de esperar a Guillermo y a su conducción nerviosa porque, como de costumbre, llega tarde. Es uno de los mejores momentos de día porque lo hago con una Banda Sonora que, aunque aleatoria, siempre aplico a alguna situación vivida o, en la mayoría de los casos, inventada.

Llega el padre con cara de boxeador e incipientes entradas con su niña pequeña en el carrito y su niña mayor con la coleta perfectamente peinada y un lazo enorme perfectamente puesto. Quién le iba a decir a él que acabaría rodeado de rosa hace unos años.

Un paraguas que va por alto me da una sin querer. Los tetris con estos aparatos son complicados. No hay señales de "Dejen salir antes de entrar" como en el metro. Debería ser algo como "Si va por la derecha suba el paraguas y si va por la izquierda agachese", como los aviones. Pero no ocurre y las colisiones son constantes.

Un padre espera en el paso de cebra y limpia la cara a su hijo con un gesto cariñoso mientras lo protege con su paraguas. Le habla y le da un beso pero el chaval, como todos cuando fuimos niños, no le presta atención. Tiene la mirada perdida, supongo que pensando en lo que le va a contar a su compañero de pupitre, o en cómo evitar que el matón de clase se meta con él, vaya usted a saber. El mundo de los niños puede llegar a ser mucho más hostil que el de los adultos. Entonces se gira hacia mí y le observo. Tiene una ligerísima malformación. Mi perspectiva de ese beso, de esa mirada y de esa situación tan común entre padres e hijos cambia. No tendría por qué, pero es así. Observo cómo cruzan al ritmo de la cojera del chaval. "Suerte", le digo para mis adentros. Ojalá no la necesite. Y sé que su padre va a estar ahí.

Entonces llegan mis personas preferidas de la mañana. El abuelo que lleva a su nieto enano al cole y a su nieta aún más enana en la silla. Me imagino a esos padres dejando a los niños empaquetados y a ese patriarca encargado de tan magna misión. Y es que el enano en cuestión tiene las piernas muy cortas y anda de milagro. Cuando no llueve, la niña va con medio cuerpo fuera de la silla observando cómo su hermano se queda rezagado en medio del cruce y a su abuelo le da un microinfarto. Insiste en que se agarre a la barra de la silla o le de la mano. Una de dos. Coge la barra, porque él no necesita a nadie, y sigue adelante. Con sus pasos pequeños de persona pequeña. Pero a su lado va alguien grande. Bravo abuelo. No se acordarán de esto. Pero tú sí. 

Si levanto la vista me topo con las grúas típicas del skyline vigués y si vuelvo a la acera veo niños con pantalones cortos aunque caigan chuzos de punta, algún cadáver de paraguas en la basura, un chaval con esguince, muletas y chancla a 4 grados, padres trajeados cargando mochilas diminutas de Cars o de Hello Kitty (encantando a las niñas desde los 80, vaya éxito oiga!), hermanos mayores hartos de que el pequeño vaya 10 pasos por detrás siempre distraído, paraguas enanos a la altura de mi cadera que van a su bola "a mí no me toques que voy la mar de bien aquí en mi mundo bajito" y otro coche que se para delante de mí entorpeciendo el tráfico matinal. Una madre rubia oxigenada baja apresurada y deja a un niño de unos 7 años en el asiento de atrás. Recuerdo cuando era yo la que esperaba por mi madre. La banda sonora de entonces era la radio y el "tic, tic" de los intermintentes.

Llega el coche blanco que casi me atropella cada mañana. Con sus pegatinas, su línea amarilla y su bigotudo conductor cuya maniobra me hace retroceder hacia las mesas con cenicero-concha de vieira de la cafetería Vence. Como si fuese una orden. Cada mañana, Vence. Veo al señor que espera en la barra como Penélope en la estación. Supongo que a que pase algo.

Lo que pasa es que llega Guillermo. Se acaba el ritual. Empieza uno mucho menos entretenido.

Ha estado bien, nos vemos mañana.

ALGUNAS PEQUEÑAS COSAS QUE HACEN QUE LA VIDA VALGA LA PENA (VOL IX)

Anteriores ediciones aquí

 

- Las tipografías bonitas

- La gente que cuenta chistes malos y les hacen muchísima gracia. Mejor ellos que el chiste.

- Patinar en longboard (sin caerse, claro)

- Las buenas noticias en épocas malas

- Las buenas noticias. Y punto

- Los “Yo no iba a salir pero…” Síntoma de buena noche

- Saludar a tu amiga con un “Hola Chuli” y que te de un ataque de risa

- Madrid en primavera

- Un buen anuncio

- Que Manu vaya a ser padre

- El primer mordisco a una tostada con mantequilla caliente

- Las bienvenidas

- Enterarte que tu bisabuela iba a montar una discoteca pero decidió que no porque “Lo que se iba a pecar ahí dentro” y entender muchas cosas.

- Que te devuelvan algo que creías perdido

- Las cañas entre semana

- Un abrazo de los dicen más que mil palabras

- El olor de las ceras de colores Manely

- Una fotografía tomada en el momento justo

- Los caramelos Pez de cereza

- Hacer un vídeo prediciendo eventos futuros entre carcajadas, ofensas y varios “Ni de cooooña!!”

- Imaginar a las que te rodean en esos mismos eventos

- Reírte de la vida, del absurdo y de lo fácil que es estar bien cuando se está así de bien

- Volver a ver Las Meninas y que siga tan impresionante como la primera vez

- Que salte The dog days are over y empieces a caminar más rápido sin querer

- Que con Caminante no hay camino pises con más fuerza 

- Y que una mañana de domingo soleada suene así

- Para la Libertad de Miguel Hernández

- Y este final 

- Ver acabada la novena edición de algunas pequeñas cosas que hacen que la vida valga la pena

- Saber que habrá más