Henry todavía está en mi cuarto. Prometí que lo devolvería pero aquí sigue. (Henry es un pájaro? es un avión? No! es un aspirador!!). Inglaterra es ese país donde debido a la cerda costumbre de enmoquetar hasta el baño, se le acaba cogiendo cariño a este electrodoméstico. Entonces se le pintan ojos de forma que la nariz sea el tubo que aspira (qué agudos oiga!) y se le pone nombre: Henry.
Pues bien el susodicho aquí sigue porque tocaba limpiar mi capa de mugre. Papelitos que se van quedando, imperdibles que se pierden, roña variada...Vamos que mi estrato de suciedad se ha reducido. Y digo mi estrato, porque me imagino que habrá varios. Uno por cada estudiante que vivió en esta habitación antes que yo. Me lo imagino como algo así:
En fin...no creo que ninguno de mis compañeros eche de menos a Henry.
Ahora paso a relatar el momento trágico que viví en esta, ahora limpia, habitación, hace un par de días. (aunque el saco de la ropa sucia empieza a desbordar)
Estando servidora cepillándose los dientes escucha el burbujeo del Skype. Oh, una llamada! aclarado bucal y rauda y veloz me dirijo a la salida del baño-cubículo-todo es ducha. El primer impulso fue bien, hasta que la fuerza de mi pierna (ojo que remo), hizo que la rótula impactase contra el marco de la puerta. Omítanse los "pero cómo se puede ser tan burra!" aún me duele y yo también lo pienso. La rodilla en todo su esplendor, en un perfecto ángulo de unos 30º chocó produciendo un sonido hueco.
Parálisis.
Estremecimiento de dolor. Intento de andar. Imposible. Arrastrarse hasta la cama. Tumbarse con el sonido del Skype aún de fondo. Llorar. Respirar entrecortadamente. Quejarse. Gemir. Y pensar que nadie, NADIE está ahí para consolarte. Te has dado un golpazo y no va a haber nada que lo acredite salvo un ligero bronceado morado en la articulación de la pierna izquierda. No sirve. No hace justicia al sufrimiento vivido. Es por ello que tengo que escribirlo. Para nunca olvidar este momento trágico.