Me di una vuelta por el 52 de García Barbón donde al llamar por el telefonillo tienes que identificarte con apellido. Estaba casi vacía y en semipenumbra pero al mirar hacia el cuarto azul tuve que entornar los ojos pues la ventana estaba abierta y dejaba pasar la luz hasta el pasillo, campo de fútbol y circuito de carreras donde tantas medias rompí, donde cabíamos hasta 6 jugando y parecía no tener fin. Con todos esos armarios alrededor que guardan tesoros y reliquias. Desde platos y manteles hasta vestidos que hoy son retro y que primas, tías y cuñadas lucieron alguna vez. Y allí están todas esas fotos pegadas como si de taquillas de instituto se tratase, con las que un día exclamé "Este es mi padre?" al ver a un niño con pelo disparado y traje de baño apretado "Era la última moda" me espetó alguna de mis tías. Pero no hay defensa para esos moños, lo siento, ni esos vestidos, ni algún que otro retrato navideño cual familia Adams. Abrimos otra puerta y llega el color, las hombreras, los peinados, embarazos, muchos niños que yo no conocí, el abuelo, que tampoco, bocatas en la playa, partidas de cartas, primeros de año, ahora primas, luego primos, venga los políticos, ni arrugas, ni canas...
Llego a la mesa del pasillo, que me enseñó a jugar al Rammy y presidiéndola encuentro un cuadro de mis 16 años y allí arriba otro de mis 12. Las manzanas eran lo mío. El teléfono! cuántas felicitaciones de políticos a sus familias, a hijos, hermanos y primos en la distancia. De novias a novios, de mí misma a mi amiga Marta en Fin de año. Ah! y el cuadro de "la Habanera de Pita" regalo de nietos a una abuela octogenaria en el 97 que no puedo evitar volver a leer con gran énfasis en el "Nietos e hijos hinchan el pecho, van presumiendo de ser Brandón" ...y pensar que lo hicieron mi hermano y primas mayores cuando estudiaban los primeros años en Santiago.
Me asomo por la cocina. A la izquierda el cuarto donde 2 coruñesas y 2 santanderinas en pijama se ponían al día sobre odios y amores adolescentes. A la derecha, Aja! ahí están. Los pasteles que no falten. Huele rico. Hay consomé que te reconstruye aunque estés a pedazos de la noche anterior. Viva! Y mis tías pululando, de un lado a otro: corta, limpia, prepara, lleva...Son 3 pero parecen 10. Me voy, luego, cuando recojamos, seremos 10 que abultaremos como 20.
El hall acoge cada año el árbol con bolas rojas que poco a poco va ganando regalos hasta el día 31, cuando se convierte en testigo del amigo invisible, de los cánticos, los tooongos, los "Qué será, será", los "Lo puedes cambiar" y más de una vespa que también ha pasado por ahí.
Paso a los salones donde cuelgan los cuadros de unos señores que debieron ser el germen de lo que hoy pasa por delante de sus ojos pero que yo no conozco de nada y, aún diré más, me dan bastante miedo. Se me hace raro ver esas estancias tan vacías. Lo normal es que haya varios grupos con tertulias en marcha y tú decidas quedarte en la que más te convenga. Hasta que aparece un melenudo con su guitarra a animar el cotarro. De pronto reparo en la mesa donde están ellas. No pueden faltar en ninguna casa de abuela que se precie: las fotos de primera comunión. Qué monos, qué cariñas, qué engaño. Y más fotos...que si un licenciado, una viajera, uno en la mili, bodas con patillas, con gafas de sol, con edades próximas a la mía...
"Carmeeeen nos vamos" me giro y ahí está el cuadro que me inquieta y encanta desde pequeña. Es una niña con un turbante y una mirada penetrante. Me lo pedí en herencia hace años pero no veo mucho movimiento al respecto. Me tropiezo con la alfombra a la que tantas veces me relegaron por ser la pequeña. Una simple mirada o un "Carmen, al suelo" bastaba para dejar el comodísimo sofá orejero a un ser superior. Al jefe o a otro de tantos. En la cadena de mando no estoy muy bien situada.
Que el tiempo pasa ya lo sé yo, pero esta casa parece recordármelo en cada rincón. Ya en el salón la mesa principal tan necesaria y tan llena de comida y de gente siempre, el carrito del café en el que sólo reparo en Navidad pues es el lugar de postres y turrones. Los sofás donde todos hemos echado una cabezada pero donde lo de roncar hasta hacerse oír por encima de gritos y televisión es un lujo reservado para muy pocos. La mesa con la colección de pisapapeles que parece increíble que haya sobrevivido a los juegos de niños de 3 generaciones...y esa estantería con...más fotos!! Fotos sin coherencia, de todos, de ninguno, actuales y de antes, de los nuevos con los que nos babamos...Van poblando el mueble porque alguien las deja un día y ahí se quedan. También hay papeles antiguos, con letras antiguas y nombres antiguos, libros de texto con anotaciones que al mostrárselas al propietario, se quita las gafas, lee y sonríe. Y un rincón para orígenes de nuevas familias. Retratos, ya en color, de las nuevas bodas. Aquí soy yo la que sonrío pensando en lo bien que lo pasé en cada una de ellas y en lo bien que se han escogido las nuevas adquisiciones.
"Carmeeen vaaamos!!" "Vooooy" Nos vamos a tomar el aperitivo que es una costumbre muy sana. Salimos por la puerta 4. Volveremos a comer 19. Ya sabía yo que verla tan vacía no iba a durar mucho.