VOLVER CON LA FRENTE MARCHITA Y EL ALMA TAMBIEN...

Pero primero fui. En autobús. Y no un autobús cualquiera, en el auténtico Autobús de la Muerte. Y paré a las tres de la mañana en la mítica, decadente y sucia estación de servicio Los Perales. Con frío. Con lluvia. Después de haber rezado sentada en mi plaza que no fuese ese gigantón que caminaba de lado y con dificultad por el pasillo el que se sentara a mi lado, ni esta señora con pinta de querer dar conversación...en realidad recé por que nadie viniese y pudiese tumbarme a mis «anchas»...pero no fue así. Un chico normal se sentó y no me reclamó que el asiento de la ventana era en realidad el suyo (En mi defensa diré que la numeración era confusa)


Y llegé a una no menos decadente estación de autobuses viguesa a las 5 y media de una noche de Halloween en la que los whatsapps de mis amigas se fueron alejando en el tiempo y en la comprensión. Tentada de quedarme en el Mondo, me fui derechita para casa. Extrañada por no encontrar nada que rascar en la nevera (luego me enteraría que el motivo fue que la señora que calceta no me esperaba esa madrugada sino la siguiente) me conformé con un poco de pan y a la cama. A esa cama-de-casa-de-padres donde tan bien se duerme con sábanas planchadas y muelles que no se clavan.
Y dormí mucho.

Dormir es un placer. Dormir sabiendo que al despertarte no vas a tener que limpiar la casa, poner lavadoras o pensar qué hacerte de comida (no llevando a cabo la mayoría de las veces ninguna de las dos primeras cosas y mal haciendo la tercera) es un placer al cuadrado.

Porque en casa se está más que bien. Esto lo he dicho muchas veces. Pero es que además resulta que era el cumpleaños de la señora que calceta y después de varias llamadas en código enmarcadas dentro de la operación «Compra el regalo» o, como le llamamos en casa, «Quién pone la pasta», nos llevó de cena de lujo en restaurante donde, para variar, hablamos más alto que el resto de mesas. Pues muchas felicidades para ella, creo sinceramente que descumple años como nadie.

Y si pasamos por delante del Karaoke hay algo dentro de Santi que le lleva a decir «I don't want to miss a thing» y Manu se da por aludido y baja las escaleras cual estrella en el backstage, sabiendo que va a tener al público entregado. El público en este caso era escaso pero de calidad a la altura de la actuacion tantas veces vista y que nunca decepciona. Cuando me tocó subir aquí a la tercera en discordia, me encontré con un jurado con taburetes giratorios y un Santi Bisbalizado haciendo los mismos aspavientos del propio hermano que tengo. Al parecer todos me querían en su equipo.
Una cuñada que se despide con un IMPOSIBLE de seguir «Don't stop me now» y yo creo que es lo más apropiado porque «I’m having a good time» Y tanto.

Tienes unas amigas que te esperan entre paraguas, porque en esta ciudad llueve. Pero lo hace con encanto (mentira). Lo hace de una forma que no nos impide hacer vida diaria...o nocturna. Recuerdo mis 16 y salir por la puerta hacia una tempestad mientras mi padre me tachaba de loca. Concretamente me soltaba su clásico «por menos hay gente encerrada»...pero era sábado. Era "el sábado". Ese día que en la adolescencia suponía ver cómo las ilusiones de toda una semana se quedaban en eso...o se rompían en pedazos...o, simplemente ¡pasaba!...y todo era como habías esperado...o tal vez no pero tú ibas perfecta para la ocasión. Aunque lo difícil sería lo contrario después de haber estado pensando el modelito desde el lunes y haberlo cambiado 5 veces esa misma noche antes de volver a la idea original. Ah! pero que ahora no haces lo mismo? A quién quieres engañar?

Pues al tiempo...y a la distancia. Si los engaño a lo mejor resulta que en lugar de 600 son 60 los kilómetros que me separan de Vigo, de mi casa y de mis amigos. De una vida de fin de semana.

Aunque si me apuras, tengo por delante una semana de cuatro días y un pedazo de esa vida se viene a la capital para un fin de semana de pijamas, turnos para duchas, overbooking en el salón y resacas comunitarias...las mejores de su clase. Así que aunque vuelvas con el alma marchita algo sí que vas a engañar a la morriña...

 

 

 

 

CON LA COMIDA NO SE JUEGA

El cariño de una madre se mide en comida.

Esto es un hecho que constato fin de semana tras fin de semana, cuando, ante mi asombro y gozo, tengo para comer algo adecuado a las circunstancias. Y cuáles son esas circunstancias?...pues las que rodean a cualquier día R, es decir, los días post-salida-nocturna.

Hace tiempo dejé caer, cuando me levanté y había alcachofas o algo así para comer (que me pueden encantar en cualquier situación pero no en un día R) que es necesario que tales días haya en casa "comida masa". La señora que calceta, que es así bastante espabilada, entendió a la perfección el concepto y ahora me levanto con un "Carmen, hay comida masa" Entonces yo no puedo otra cosa que querer aún más a mi señora madre.

La comida masa se caracteriza por ser, como su nombre indica, una masa absorbente que hace más llevadera la R. Ejemplos de comida masa? pasta y pan en todas su variantes a poder ser aderezados con queso, también en cualquiera de sus versiones. O cosas con nata. O Huevos Fritos con arroz...que no son "masa" pero están tan ricos que cualquier ocasión es buena.

Pero es que la comida en casa es un tema peliagudo. Desde aquellas épocas en que había peleas justo después de comer (a las 15:10) por quién se iba a comer a las 16:00 el bisté que había sobrado o domingos de saqueo fraternal de despensa y nevera previa partida a sus respectivas ciudades universitarias, legando a dejarme sin Nocilla o cosas por el estilo y argumentando con un simple y sólido "mañana te compra mamá". Y mamá compraba. Porque la máma disfruta viéndonos comer sus platos exquisitos y que presumamos de que hace (esto es así, no hay duda) la mejor empanada del mundo. (undo, undo, undo)

A veces le echo broncas porque ya no cocina como antaño. Porque la vida con tres en casa no es lo mismo que cuando teníamos a los otros dos proyectos fallidos de niña que vinieron antes que yo...pero para eso están días como hoy.
Días en el que aparece el mayor, sin previo aviso, para comerse los bistés al horno tan blandos que se parten con el tenedor y me deja sólo la salsa para hacer sopas. Días en que por la tarde viene el otro a por huevos encapotados (para quien no esté familiarizado con el término son huevos fritos, envueltos en bechamel, sí, de esa que rebañas la sartén, empanados y fritos de nuevo sin que la yema del huevo se parta...vamos que además de romper las leyes de la física, los huevos encapotados son "ojjjj") pero no contento con llevarse para él y para la santa que le aguanta, se lleva de más para hacer puntos con el suegro. Toma ya.

Y hasta ahí vale...pero hay cosas por las que no paso. El tomate natural es mío y de nadie más. Es una debilidad que tengo y todos los miembros de esta casa lo saben. No sé ni cómo se atrevió a intentar colarme un "mañana mamá te hace más". Defendí ese tupper con mi vida y gané.

Las sopas están aseguradas y la operación "me voy a dar a la comida hasta después de Semana Santa cuando emigre y no coma nada rico en 3 meses" también.

Con la comida no se juega.

ANSIEDAD DOMINICAL

Yo soy fan del Domingo Horizontal que básicamente consiste en tumbarse en la cama o el sofá o alternarlos y ver series y películas y comer guarradas. El Domingo Horizontal pega mucho con aquellas Resacas Colectivas que hacían tan llevaderos los domingos allá por el año 2009 (cuando aún no éramos muy conscientes de la que se nos venía encima y mi futuro era cierto y seguro).

Lo que ocurre es que de un tiempo a esta parte (desde que he vuelto al hogar parental, como tantos otros jovenzuelos preparados y sin sueldo) los domingos me levanto e intento ser persona. Esto está bien, porque me levanto e interactúo con otros seres que a lo mejor están igual que yo (de mal) pero han hecho un esfuerzo por salir a las calles a tomar el aperitivo (o el brunch porque ahí se juntan tostadas con empanadas). Luego como en casa de la abuela, discuto por enésima vez con mi padre y mi tío sobre los beneficios de Internet, escucho unas cuantas veces "cómo va lo de la búsqueda de trabajo" y cuando se empieza a acomodar la gente en el sillón, vuelvo al hogar. Rondan las 4. Y ahora qué? Mandas whatsapps al infinito esperando respuestas de otros hongos que están en sus sofás tirados, como tú y finalmente desistes y te pones en plan de casa. Con parte de abajo de pijama y todo. Y Youtube. Y alguna revista. Y viaje a la nevera. Y alguna noticia. Y venga, una peli. Una serie. Y otro viaje a la nevera... "Carmen, qué buscas?" "Trabajo!...pero en la nevera no sé lo que busco..." "Claro, es que ni ella lo sabe" Pues no. Aquí empiezo a analizar y es que no sé que quiero. No sé qué quiero hacer, ni qué quiero comer. No sé si estoy bien, mal o regular. No sé nada (aunque supuestamente esto era lo único que tenía claro Sócrates) Bien. Pues yo igual. Sólo tengo claro que no sé nada y que me invade la ansiedad.

Y por qué? se preguntarán muchos (entre ellos Mourinho)...si ni si quiera trabajas mañana! Pues no lo sé. Pero es un hecho. Da igual si salí ayer o no. Si hace buen día o malo. Yo estoy así. Que no sé.

Qué tengo doctor? Ansiedad Dominical. (que bien podría ser el nombre de un grupo punk de un sólo éxito: "No kiero kurrar, yo valgo pa' beber, solo kiero comer keso y no pensar en eso"...Pura poesía)